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lunes, 28 de junio de 2010

Hastío

Hastío, cansancio, desinterés por lo repetido, por lo usual y ya sabido. La enfermedad más aguda de la política exterior actual es la cumbritis. La obsesión de todos los titulares y figurantes de reunirse, verse y hablarse durante unas horas interminables, con unas agendas encorsetadas y discutidas hasta la saciedad por las cuadrillas de estos diestros de nuestro siglo, y al finalizar la reunión, si no antes, salir de estampida para preparar la próxima cumbre.

Todavía no nos hemos repuesto del ardor de las innumerables cumbres de la presidencia española de la Unión Europea, tanto de las celebradas como de las non natas, cuando los titulares de todos los periódicos de este comienzo de verano se ven obligados con cansina rutina a informar de las dos nuevas cumbres del G 8 y del G 20, al menos esta vez lejos de nosotros, en la siempre sorprendente Canadá.

Dicen los cronistas que el gobierno canadiense ha gastado 1000 millones de dólares en los preparativos de estos encuentros. Cantidad excesiva bajo cualquier parámetro, pero seguramente cierta, pues ya se sabe que estos anglosajones tienen algo de testigos de Jeová, a los que les está prohibido mentir. Nosotros, en España podemos presumir de haber gastado mucho menos a lo largo de la Presidencia, pero como siempre con el recurso a la "contabilidad creativa", tan útil unas veces para incrementar las cifras de nuestro gasto, cuando de eso se trata, o para hurtar al escrutinio público cifras que por groseras e impertinentes en tiempos de cuaresma no queremos desvelar.

Esos mil millones, mayormente utilizados en garantizar la seguridad de las cumbres no han impedido que esa marea alternativa que acompaña todos estos eventos internacionales desde 1999 se haya presentado en Canadá para protestar, para dejarse ver y para no faltar a la liturgia de estos encuentros que ya cuentan en su agenda con estas protestas rituales. Así, reunidos y manifestantes preparan su circo en nuevas ciudades, donde vuelven a discutir sobre la gobernanza de un mundo ingobernable, en el que además por pudor o por temor quien puede ejercer el liderazgo no lo hace y quien quiere hacerlo, echa su cuarto a espadas so pretexto de que esto ya es un mundo multipolar, en el que la diversidad y la variedad son categorías imprescindibles, como lo son para la biodiversidad.

Para alivio de estos calores, parece que con la última mascletá española se terminan las presidencias rotatorias de la Unión Europea, dejando paso si somos sensatos a una serie de anodinas reuniones burocráticas en la disputada y fornteriza Bruselas. Que así sea.

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