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viernes, 18 de junio de 2010

Etiquetas

La taxonomía, ciencia de la clasificación, habitualmente referida a la biología, ordena a los organismos en un sistema de taxones jerarquizados. Esta sistemática ha permitido durante años hacer avanzar la biología y con ella el conocimiento de nuestro entorno.
En nuestras relaciones diarias con esos curiosos animales humanos que nos rodean recurrimos igualmente a la taxonomia con una frecuencia similar a la del biólogo, pero ciertamente con menos rigor.

Clasificamos, catalogamos, ordenamos y priorizamos generalmente sobre la base de una primera impresión, de un sentimiento instintivo de aceptación o rechazo. Una mirada, una sonrisa, un apretón de manos nos sirven para establecer el primer clado, agrupando así a un conjunto de especies emparentadas, pesados, vagos, buenos, confiables, inteligentes... , y así una variada serie de categorías que por ponerles fin podría igualar la establecida por Borges, sobre diversas clases de animales terminando para abreviar, por aquellos que pertenecen al emperador.

Esa primera taxonomía deja caer etiquetas casi indelebles, que te acompañan durante algún tiempo, toda la vida o quién sabe si se perpetuarán en tus descendientes, como los motes de los pueblos, los cebolleros, los patas, los pelines, el rengo, el matarrayos, el tuerto, la churrera.. , y tantos otros recuerdos de la infancia, que cincuenta años después siguen designando a esas familias y sus hijos y nietos que entonces no habían nacido.

Así, la etiqueta, la clasificiación, entre amigos, enemigos o compañeros de trabajo, se propaga y mantiene con justicia o sin ella, y al contrario de la honra, que se pierde al momento y cuesta siglos recuperarla, la etiqueta el mote, la catalogación. se ganan en un instante, pero tardamos una eternidad en hacerlos desaparecer.

Arrastramos nuestra marca en nuestro vagar, al igual que otros arrastran aquellos que nosotros le pusimos en su momento, Lolo, Mondeño, Thorny y tantos otros que no les abandonarán por más esfuerzos que hagan, igual que mariposas ensartadas en su tablero, en su clado, en su filo, en su orden inmutable hasta que un nuevo científico logre cambiar el orden clasificatorio.

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