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domingo, 1 de mayo de 2011

Argentinismos

Fin de semana echado a Sábato. La precisión de las fechas, la ineluctabilidad de la muerte han traído a la primera plana la figura de Erensto Sábato, último de los clásicos argentinos en morir a la edad de 99 años, hurtándonos el sabor de un centenario ya orquestado por toda la parafernalia de la burocracia cultural, siempre ávida de efemérides como aquellas que nos recordaban cada noche en los lejanos tiempos del servicio militar obligatorio.
Releo ""sobre héroes y tumbas" con sorpresa y deleite, tantos años después en un otoñal fin de semana bonaerense, que ha querido sumarse al duelo con su llanto de lluvia y su viento gemidor. Sorpresa por la memoria, por aquellos retazos de literatura que quedaron prendidos en algún lugar de mi conciencia y que inconscientemente han podido iluminar otras lecturas, otros pensamientos. Con deleite, porque pasado el tiempo, con ojos nuevos, o mejor, con ojos cansados por otras experiencias, la novela se mantiene, resiste, se acredita como un clásico que es. Como ese intento de novela total en la que nada es ajeno, en la que las peripecias de los protagonistas se funden con su tiempo y con las angustias eternas, desde que se descubrió el fuego y los temores se asociaron a la oscuridad.

Paseo entre capítulo y capítulo por el cementerio de la Recoleta, cercano y ya habitual, y repaso lo que son vestigios de la historia patria, dividida en esas dicotomías tan queridas a nuestros países, federales y unitarios, peronistas y antiperonistas, descansan juntos en este remanso de paz en el centro de la ciudad y nos recuerdan que rivalidades como las de Joselito y Belmonte, Quevedo y Góngora, Sábato y Borges, se reproducen eternamente y pasan, como los hombres, como los anhelos del tiempo, para ir a parar a la mar. Veo a mi entrada el mausoleo de Dorrego, mandado fusilar por Lavalle, que descansa unos metros más allá lo que no pudo descansar en vida ni en su primera muerte allás por 1840, cuando su cuerpo herido de muerte en Jujuy fue llevado por sus fieles camino a Bolivia por sierras y valles en una delirante huida para evitar su profanación.
Este Lavalle es uno de los héroes de Sábato, esta alocada aventura es parte de la historia que narra y de la historia de su país, que enhebrada por la decadencia de la estirpe de los Olmos que acompañó a Lavalle va navegando por los turbulentos acontecimientos de la historia argentina, sin dejar de preguntarse qué es el ser argentino, por qué le duele, por qué es como es y se reproduce una y otra vez. Nada nuevo en la literatura universal, que por más cosmopolita que se quiera presentar siempre gira en torno a las preguntas y a las angustias del hombre en su medio. Como decía Atahualpa Ypanqui, su poesía no es sino el hombre y el paisaje. Y así nos ocurre a nosotros o a cualquier maestro de la literatura, qué son Tolstoi, Balzac, Flaubert o Vargas Llosa sino autores universales desde su identidad, desde su circunstancia nacional?
Así trastabillando, oscilando entre el provincianismo y el universo va pasando este atribulado día de luto nacional

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