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jueves, 19 de mayo de 2011

tristezas liberales

Los días nublados encogen el alma y nos recuerdan lo efímero de la felicidad. Estos días acumulan malos presagios y recuerdos pesarosos por mucho que tratemos de conjurarlos con una bebida o con una conversación distendida. La vida, la realidad es así y tiene muchos caminos en sombra, muchos momentos dolorosos que se alternan con esos días soleados en los que parece que todo es posible. Noticias de médicos, de muertos, de infelicidades nos presentan esa cara hosca de la existencia con la que debemos convivir, y que debemos superar individualmente, en el uso de nuestra libertad.
Libertad, una pasión para muchos, que se debe renovar cada día. Libertad y lección magistral de liberalismo por el ya frecuente personaje de estos artículos, Mario Vargas Llosa en la presentación de un libro de Mauricio Rojas. Vibrante alegato por la libertad de Mario, una libertad amplia, comprensiva, inherente al ser humano, con esa dificultad que tiene el ejercicio diario de la responsabilidad. Libertad no sólo económica, sino de pensamiento, de acción, de credo, o de no creencia, libertad para vivir y para dejar vivir a los demás.
Esa libertad que quieren ensayar quienes se agolpan en la Puerta del Sol de Madrid. Ese movimiento de indignados y de contestatarios, que era esperado hace tiempo, pero que se presenta como un invitado inoportuno, cuando ya nadie lo espera. Paseo por las veredas y tenderetes de esta Puerta del Sol, siempre castiza y algo hortera, y hoy definitivamente cutre. Los jóvenes no son tan jóvenes pero se organizan, se asientan y se acostumbran a un ritmo de vida parecido al que venían ejerciendo hasta ayer, sólo que ahora en un lugar más céntrico y con más compañía. Votan a mano alzada, pero su propio éxito les hace buscar fórmulas imaginativas, por ejemplo una urna. Al final terminarán en l democracia representativa.
Puede ser que en su ímpetu moderno y actual  estén comprando mercancía vieja. Los eslóganes, las consignas parecen salidas del post mayo del 68. La alternativa no se atisba, al fin y al cabo son ciudadanos cabreados y con eso basta, pero corremos el riesgo de que algunos lo utilicen para hacer esa revolución a la que no se atrevieron y que fracasó antes de nacer, y que en lugar de parecernos al París de 1968 nos parezcamos al Buenos Aires del 2002, con su populismo e inconsciencia.

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