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domingo, 15 de mayo de 2011

Ruinas

Ya nada es lo que era. La paz perpetua, incondicional, sin concesiones se va olvidando en los archivos y en las hemerotecas para dar lugar a la guerra justa, "the fair war" o nuestra guerra, como dijera Obama.
 Uno de los referentes culturales de este mundo pacífico y comprometido con el progreso, Woody Allen, declara en Cannes sin ánimo de duda que no lamenta la muerte de Bin Laden, que está muerto y bien muerto, y que el Presidente de los Estados Unidos está haciendo su trabajo.
No hay duda de que los impetuosos miembros del jurado del Premio nobel se apresuraron a la hora de otorgar el premio de la paz al bisoño presidente norteamericano. Hoy, dirigiendo los esfuerzos bélicos de su país en dos guerras heredadas y en otra comenzada a rebufo de Sarkozy, el mundo sigue inmerso en ese caos violento del que surgió hace millones de años y que nosotros no hemos sabido enmendar. La detestada violencia sigue presente, y la muerte de Bin Laden no hace sino confirmar el precepto bíblico de quien a hierro mata a hierro muere. Lo novedoso, lo inusual es que en este caso la radical condena de las guerras y de la violencia que florecieron durante la presidencia de Gerge W. Bush se han desvanecido en favor de una razón de Estado, ahora sí aceptable.
Woody Allen, Obama y más recientemente DSK o Dominique Strauss Kahn, han ido diluyendo el canon progresista que floreció durante los últimos años a raíz de la guerra de Irak. DKS ha sido el último eslabón de una cierta hipocresía, que desde hace años en Francia se denominó "gauche caviar" y que con este director del FMI y socialista francés ha llegado a su paroxismo. Durante las últimas semanas, probablemente coincidiendo con sus aspiraciones presidenciales en Francia, han venido apareciendo artículos sobre su lujoso tren de vida entre Washington y París, que escandaliza incluso a los franceses adictos a esa mezcla de lujo, glamour y gauchismo. A ello se añade su detención en Nueva York al ser sacado de un asiento de primera clase de un avión con destino a Francia, acusado de intento de agresión sexual a una camarera en la suite de lujo que ocupó horas antes en Manhattan. No sería de extrañar un complot o una maquinación artera en contra de un hombre a todas luces inteligente, y según las noticias seductor. Pero su trayectoria anterior, acusaciones previas, una vida de excesos en un ambiente de gran refinamiento cultural, lo ahcen acreedor de los dardos de sus detractores y de la desazón y perplejidad de sus seguidores.
Nada es lo que era, el canon progresista se resquebraja por esas pequeñas pasiones que nos atrapan, por ese compromiso con la realidad que nos hace humanos y pecadores, y si nos quitan la paz, la austeridad, la igualdad y la sinceridad, queda poco con lo que construir el paraíso en la tierra que nos anunció un día el progresismo.

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