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miércoles, 27 de abril de 2011

Insidias

La proliferación de las comunicaciones, la facilidad del acceso a la intimidad, al final te pueden jugar una mala pasada. Puede ser una carta anónima que llega intempestivamente a tu mesa y que al abrirla te trae amargos recuerdos de alguien a quien conociste y rápidamente olvidaste, pero que se quedó en aquel tiempo, que sintió el frío de la indiferencia o de la prosaica aplicación de la ley que tuviste que imponer y que le dejó herido.

Hechos ocurridos en el pasado, a veces difíciles, a veces triviales, que vuelven a buscarte cuando menos lo esperas. Otras veces las noticias vienen por los nuevos medios de comunicación, por esos misteriosos meandros de la comunicación que se trasladan por los cables, por las ondas, que dan noticias de nosotros en cualquier lugar del mundo, y que nos permiten estar en contacto con cualquier persona por alejada que este. Puede llegar una notificación de facebook, diciendo que alguien no te olvida, que su vida cambió a peor por tu intervención, que tuviste una participación en su despido, en su desgracia, que por tu pretendidamente inocente intervención, su vida se fue por el adesagüe, que no pasaste a su lado en vano, y que hoy, cuando tú ya habías olivdado esos tiempos, esas personas, alguien no te olvida.

Decía Sánchez Ferlosio que vendrán más años malos y nos harán más ciegos. Ya han llegado los malos años, llevamos unos cuantos encima, y a pesar de la aparente calma, nos vamos volviendo más ciegos, más malvados, más amargos. De poco sirven las explicaciones, el consuelo para aquel que ha perdido su trabajo, su hogar. Para quien ve cada día los nubarrones de la tempestad sobre su cabeza sin encontrar refugio donde cobijarse. Así es, en la superficie nada se mueve, la vida continúa con apacible monotonía, en tanto que la inactividad, la galvana se nos echa encima con la persistencia de una lluvia tropical. Por eso se entienden los exabruptos, las pequeñas venganzas privadas que llegan sinuosamente con los cables, las noticias, las redes. Menos comprensible es la ausencia de una protesta generalizada, de una rabia desbordada en una región con cinco millones de desempleados. Paradógicamente, la mejor película sobre el asunto, "los lunes al sol" se estrenó en 2002 en uno de los mejores momentos para el empleo en nuestro país. La despiadada estampa del desempleo, de la desesperación se nos hizo presente cuando no se vivía esa realidad. Hoy, muchos años después, ningún autor, ningún cineasta se ha atrevido a reflejar la realidad, tal vez por reflejo ideológico tendente a respetar a los que se consideran amigos, quizá por no perder el estatus y las subvenciones que un Gobierno amigo siempre termina dispensando.
En tanto se prepara alguna crítica pública a la situación más injusta vivida en la España de los últimos años; habrá que seguir soportando en privado improperios, amenazas o recuerdos de esos tiempos pasados que habímos borrado de la memoria.

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