Translate

Seguidores

domingo, 8 de mayo de 2011

Mañana de domingo

Las grandes ciudades guardan un gran parecido en las mañanas de domingo cuando las acaricia un sol otoñal. La placidez de la circulación que hace olvidar el ajetreo diario invita a salir a pasear, a ocupar la ciudad cuando muchos la han abandonado durante el fin de semana, y sus dimensiones se vuelven más humanas, más fáciles de abarcar con unas pocas zancadas.
En un parque céntrico se reúnen los propietarios de bulldogs franceses, una curiosa raza de perros que sin perder la fiereza del bulldog mantienen un tamaño apropiado para la vida en ciudad. Se reúnen sus dueños para socializar, como me dice uno de ellos, y para que socialicen sus raros perros, sin el agobio ni los ladridos de otros congéneres de razas diversas, más grandes, más ruidosos. Socializan los dueños y socializan los perros porque entre ellos se reconocen, se sienten afines, con sus pequeñas orejas levantadas, con su tersa piel de pelo corto y con su musculosa prestancia de un luchador de los pesos welter, bien proporcionado pero pequeño.
Son rarezas de la vida en una gran ciudad, donde hay lugar para todo, para aficiones, para excentricidades, y donde los domingos por la mañana se decreta una tregua en la lucha por la supervivencia que permite a cada cual desplegar sus habilidades sin preocupaciones, sin caer nunca en el ridículo.
También son propicios los domingos para visitar exposiciones de arte. Los museos se convierten en esos días y en las principales ciudades en los nuevos templos de la laicidad ilustrada. No importa quién sea el artista, o qué tipo de arte represente, siempre que el tiempo acompañe y que el museo sea conocido, un aluvión de gente se lanzará a alimentar su alma en la mañana del domingo antes de alimentar el cuerpo en la más convencional comida de la semana.
Veo una curiosa exposición en el Palais de Glace sobre el abstracto rioplatense, traído por artistas originarios de centroeuropa en 1946 bajo la denominación de arte MADI. No es raro que en ese año, el primero de la triste posguerra europea, la despreocupada y feliz América se lanzara por la senda del optimismo que evita toda referencia, toda figuración, todo dolor innecesario en nombre de una vanguardia que en muchos lugares ya había muerto. MADI o MADÍ. No se ponen de acuerdo sobre su origen y significado, como no podría ser menos en un arte que se basa en las formas, en el significante y no en el significado. No obstante leo que su fundador Gyula Koseci, uruguayo de origen húngaro quería referirlo al dicho "Madrí, Madrí, no pasarán". Sin embargo, el curador de la muestra, más a tono con la ideología setentista resucitada en Buenos Aires prefiere buscar en este movimiento un origen marxista, como apócope de MAterialismo DIaléctico. Sea como sea, Madi o Madí sorprende no por su origen, sino por su perseverancia. Junto con las obras, quizá rompedoras en 1946 de un abstracto básico pasado por Montparnasse, se exponen obras de este principio de siglo, de artistas que supongo jóvenes y que perseveran en el objetualismo, en la supuesta ruptura de un arte abstracto, que tiene ya tantos años como detractores.
Mañanas soleadas de otoño en una gran ciudad, calma de espíritu y tregua en la chata batalla de la realidad, al fin y al cabo el domingo se hizo para descansar y también para alabar al señor en las principales religiones, caiga su domingo en viernes o en sábado. Domingo en calma y espacio para la expresión sin necesidad de confrontación. Solo los deportistas en sus modernos circos compiten, luchan y nos divierten, en tanto dejamos pasar las horas con la seguridad de que éstas, lentas, pacíficas, valen lo mismo que las de mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario