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sábado, 22 de mayo de 2010

Ilusiones perdidas

Ilusionarse con un futuro brillante, perfecto, de gloria y admiración, como le sucede a Lucien de Rubempré en la obra de Balzac. El joven poeta de provincias triunfa en el salón de la buena sociedad de Angulema, donde su poesía romántica y trágica le recompensa con los favores de Madame de Bargeton.

Pero cuando el melifluo poeta de agraciada figura, ojos hermosos y vacuos, decide probar fortuna en París, los salones capitalinos le son esquivos, le regalan afrentas y oprobio y terminan venciendo las ilusiones del joven y prometedor provinciano.

Nuestro París, nuestra tierra de promisión, la Unión Europea han constituido para el líquido Zapatero la desilusión, la pérdida de una esperanza largamente alimentada en anticipación de una Presidencia mirífica. Nótese, que al igual que Lucien, José Luis utiliza su segundo apellido, desechando el común Rodríguez, como Lucien desecha el paterno Chandor para poder utilizar un Rubempré de ecos más nobles.

Ilusiones perdidas y ocasiones falladas para enderezar un rumbo torcido y aliviar los rigores de la crisis. Todo ha salido mal, la voluntad de mostrar al mundo una España próspera y líder en la recuperación económica, la cita transatlántica vacía de contenido pero con mucho glamour, la cita latinoamericana, vivida entre el chantaje de algún soldado fanfarrón y el papelón de la conversión de la socialdemocracia generosa al más estricto recorte de gasto de la democracia. Y para colmo la cancelación de la cumbre euromediterránea en Barcelona. Esa vuelta atrás a los primeros noventa donde Felipe González recibió a todos los actores del Medio Oriente con el apoyo y beneplácito de los Estados Unidos. No ha podido ser. El pasado raramente regresa y cuando un poeta mediocre se aventura en salones elevados, difícilmente triunfa. Y en su fracaso personal, nuestro Rubempré, al igual que el de Balzac arrastra a quienes le rodean.

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