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lunes, 10 de mayo de 2010

ilusiones perdidas

Siempre hay un azar, una referencia casual que hace coincidir el estado de ánimo con una situación concreta. Mientras comento que estoy leyendo las ilusiones perdidas de Balzac, me dicen que en este mismo momento el narrador dellibro que mi confidente lee, está leyendo las ilusiones perdidas. El teatro dentro del teatro, las muñecas chinas que se rebelan y no quieren permanecer ocultas. En todo caso el azar buscado.

En todo caso el título es premonitorio. Algo va a suceder que va a truncar las esperanzas del protagonista. Una cierta predestinación o resignación barroca frente a las románticas aspiraciones. Pero no siempre es así. Hay personajes, caracteres que no aceptan un no por respuesta. Que lejos de especulaciones intelectuales imponen la fuerza del deseo, la voluntad sobre el destino, sobre una vida abocada a la mediocridad. Y así surgen líderes que no permiten que la realidad modifique su deseo. En la empresa, en la política, en la comunidad de vecinos.
Uno de estos, Lula, elevado estos días a la categoría de santo laico va a dejar la presidencia del Brasil, al menos momentáneamente, con la sonrisa y la determinación de quien ha hecho los deberes. Quien ha realizado su misión con éxito y suficiencia.
Y efectivamente ha triunfado cuando ha puesto en marcha los procesos contrarios a su discurso. Cuando ha aplicado políticas ortodoxas a la economía y a la convivencia de su país. Gracias a eso y a la renuncia a un populismo antiliberal ha permitido que la fuerz latente de un país en ebullición se desarrolle y desencadene uno de los procesos más exitosos de crecimiento y prosperidad.
Cuando ha querido imponer sus ilusiones, su mundo ilusorio al mundo, ha mostrado su cara m´s cínica. Una lucha por hacerse con un lugar en el mundo a codazos. Por apoyarse en todo tipo de caudillos y viejos dictadores. Un discurso dirigido a preservar un espacio propio aun a costa de la incoherencia o de la indiferencia ante el sufrimiento de sus vecinos.

Un hombre que en definitiva no pierde sus ilusiones, que las cumple para bien o para mal y que frente a la melancólica mirada de poetas diletantes, aplica una dosis de cinismo a la acción para que un entorno hostil no quiebre su esperanza.

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