Translate

Seguidores

miércoles, 20 de abril de 2011

De elecciones y procesiones


Palabras huecas construyen los discursos imprescindibles para guiar los asuntos públicos. Un cierto cansancio se apodera de cualquier ciudadano bien formado, bien acostumbrado a la penosa rutina de lo ordinario, de lo previsible, de la cadenciosa llegada de los ciclos electorales, tan puntuales como las estaciones del año. Esa calmosa rutina, esa falta de horizontes mayores permea las arengas; las llena de lugares comunes, distorsiona la percepción de la realidad y crea unas sectas democráticas, en las que cada uno se encierra a su gusto, con el convencimiento de que cualquier mal, cualquier error es atribuible al otro, o a las circunstancias, pero no a los defectos propios.
La liturgia de la política se nos aproxima esta Semana Santa, como se acercan las procesiones, las tamborradas, el misterio de una fe que en la mayoría de los casos solo se hace presente una vez al año. Buenos creyentes y buenos demócratas se confunden en uno para seguir todos los pasos  en el calendario por seguir con la costumbre y no defraudar a las cofradías.
Esta rutina, esta consuetudinaria tradición se acerca este año con atisbos de un hastío mayor, con la desconfianza ante tantas expectativas truncadas, ante tan flagrante contradicción entre la necesidad y el deseo. Pasados los festejos religiosos, volveremos a oir los mismos reclamos, parecidas propuestas, los reproches de rigor junto con el lamento por no poder comulgar con un objetivo común, por no ser capaces de acordar unas líneas de acción comunes que den satisfacción a la mayoría. Seguiremos viviendo en los prejuicios, en las ideas preconcebidas, en nuestros pequeños mundos, solo modificados por la fuerza del destino.
Seguiremos nuestro periplo, descreídos, aburridos de la normalidad y de la mediocridad, envidiados por aquellos que prisioneros de una utopía, del relámpago de una revolución fracasada, anhelan poder expresarse al menos una vez; desean entrar en nuestra asfixiante rutina, quisieran dejar de ser esa excepción exótica cultivada por todos los partidos comunistas del mundo, añorantes de esa pesadilla creada por sus ideas. Recién terminado el Congreso del PartidoComunista Cubano, la perspectiva de una elecciones libres, pacíficas entre tipos aburridos, tal vez mediocres, se presenta como una bendición frente a la miserable existencia del partido único, de la unidad a toda costa, de la excepcionalidad obligatoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario