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lunes, 11 de abril de 2011

Amanecer

Ver amanecer. Ganar tiempo al sueño, a la noche y permanecer alerta, vigilante, mientras la mecánica de los astros celestes, el universo en perpetuo movimiento va realizando su labor y va dejando paso a un nuevo día.
Entre tanto esa sociedad, nacida inicialmente como elemento de cooperación entre animales en la lucha por su supervivencia se ha ido sofisticando hasta lo que vemos hoy, con sus hermosas ciudades, sus ingeniosos artilugios, y sus complejas relaciones humanas en sociedad, que nos pueden llevar a lo mejor y a lo peor.

 No hay más que ver el fiasco de Libia, la impotencia, la guerra pretendidamente limpia que se va enfangando día a día en las dunas del desierto. El ocaso y el resurgir del tirano entre el beneplácito y el asombro de sus vecinos del norte y del sur. El terror en las caras de sus ciudadanos, el fanatismo de algunos seguidores temerosos de perder sus prebendas, la mirada de odio del presidente que se tambalea y que se lleva por delante en su declive a cuantos detractores puede. El caos y la inseguridad que reemplazan al orden mágico de la dictadura.

Y una vez más no pudimos prever. Ningún escenario vale en tiempos de zozobra. Las especulaciones, los deseos, los designios quedan en papel mojado, porque la seguridad absoluta, la inexorabilidad solo pertenece al tiempo celestial, a los segundos que caen como mazas sobre el espacio físico. El resto, unas gotas de azar en un escenario de tramoya en el que ni siquiera los diseñadores son dueños de sus obras.

Existen tendencias y creencias. Tendencias que no nos ayudan a predecir pero sí que nos indican qué podría pasar si como se decía en el derecho romano "ceteris paribus", si las circunstancias permanecen invariables, pero ay¡ estamos condenados al movimiento continuo a la trayectoria orbital de los astros, y allí terminan nuestras predicciones. Y tenemos creencias, más fuertes que muchos otros rasgos físicos. Quién sabe si no las llevamos con nosotros en los genes que nos llegan de generación en generación. Quién sabe si esas creencias que nos acompañan no fueron elegidas en los primeros días de la vida en comunidad de nuestros ancestros. Entre el temor a los cielos, los sentimientos hacia los hijos que perpetuarán nuestra especie. los inicios de una filantropía y de un idealismo; de un idealismo y de un realismo que nos marcan no ya desde el nacimiento, sino desde el nacimiento de nuestro tiempo, allá donde la memoria no llega, y donde solo atisbamos algunos rasgos, algunas características que nos llaman y nos hacen vivir en esas creencias.

Entre tendencias y creencias amanece un nuevo día, con escrutinios electorales en Perú, con dificultades en el mundo, desde el Mediterráneo a Japón, pasando por esa antigua joya del África ecuatorial, hoy sumida en el caos. Así, tan despacio, tan calladamente observamos el engranaje que nos trae un nuevo sol, un nuevo día bajo el manto protector de unas estrellas que desaparecen.

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