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jueves, 31 de marzo de 2011

Correcciones

Decía el otro día recordando a Tirso de Molina que no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague.

Hoy leo que el presidente de Urugauy, José Mujica, dice lo contrario, que la vida le ha enseñado que hay cuentas que nunca se pagan y cuentas que nunca se cobran.
Hagamos, pues caso al guerrillero convertido en político y hoy presidente de su país. Efectivamente la vida es corta para hacer y deshacer el camino andado. Nuestro paso por el mundo da para algunas cosas, para piruetas impensables, para conversiones y atriciones sentidas, siempre se nos escapa algo, es cierto que en muchos casos la vida no alcanza para ver cumplido un sueño, para cobrar una deuda o para que los malvados vean sus males castigados.

Tal vez allí Tirso ensayó una prueba irrefutable de la existencia de Dios. En un mundo que busca la justicia, en un mundo que queremos mejor, que queremos más equitativo y cordial, el tiempo no nos da para ver las transformaciones. Ni las revoluciones, ni las ayudas, ni las inversiones, ni toda esa maraña de organismos internacionales que se ocupan en nuestro nombre de la salvación del prójimo son capaces de traer el orden, la paz, la justicia y la prosperidad a esta tierra. Por eso, si creemos en ese mundo mejor, más justo, más equitativo, más próspero y trabajamos para alcanzarlo, deberemos creer forzosamente en la existencia de una prórroga, de un tiempo añadido que solo la eternidad puede acordar. Así, aceptando estas pequeñas verdades, buscando ese mundo mejor, vamos llegando al convencimiento de la existencia de Dios.

Seguramente, Emil Cioran, ese filósofo que cumple cien años desde su tumba en el cementerio de Père Lachaise en París debería también aceptar esta demostración desde su pesimismo radical y lúcido. Cioran, que pretendía que el tiempo pasara sin hacer nada, pues es mejor esto  que llenar las horas, también debiera asentir en la necesidad de un tiempo extra donde cobrar las deudas del presente. Así hermanados en sus románticos cementerios, Tirso y Cioran continuarán un diálogo inverosímil y eterno.

Ese pesimismo, ese escepticismo, (la inteligencia, según Cioran nos fue concedida para dudar), y algunos golpes de experiencia, hacen del presidente Mujica un hombre lúcido al reconocer que hay cosas para las que el tiempo no alcanza ni alcanzará y que tal vez sea mejor dejarlas pasar y dedicar nuestros esfuerzos y nuestras horas a otros menesteres.

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