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sábado, 5 de marzo de 2011

Vidas casi paralelas


Hay mañanas en las que el sol brilla tenuemente mecido por una brisa ligera que llena de sosiego el alma, y en los que no deberíamos abrir los periódicos ni escuchar las noticias. Pero, ay¡ como la condición humana es inquieta y la curiosidad insaciable, no puedo evitar recordar el tiempo turbulento en el que vivimos, y cómo van cayendo junto con algunas certezas, personajes que se nos habían representado como imprescindibles.

Ayer le correspondió al Zahi Hawass, el presidente del consejo de antigüedades de Egipto, y reciente ministro en la última boqueada del moribundo Mubarak. Hawass, con su sombrero Stetson, su perfil entre faraónico y aventurero, había monopolizado el mundo de la egiptología durante más de veinte años. Nada se movía en el Alto ni en el Bajo Nilo sin su supervisión o acuerdo. Logró poner de nuevo los estudios sobre el antiguo Egipto en la imaginación de millones de jóvenes, y aprovechando los medios de comunicación, supo dar a las nuevas exploraciones un toque de telerrealidad como el que impuso en un programa de National Geographic, en 2002 cuando creímos asistir en directo desde todo el mundo a la apertura de la cámara de un faraón, que luego resultó como en los mejores thirllers, una alarma falsa, la antesala de un nuevo hallazgo que en ese momento tampoco se pudo desvelar.
Así, con sus puestas en escena, su vanidad y autoritarismo, Hawass se había convertido en el hombre imprescindible de Egipto, y en la imagen cultural y nacionalista de ese régimen benevolente hacia afuera y feroz con sus propios ciudadanos. Con las revueltas del mes de febrero y el triunfo de la revolución, ésta sí popular y democrática, todos los mitos fueron cayendo y también el de Hawass, a quien ahora pasan factura todos los damnificados por su soberbia y su codicia. Ante la posibilidad de un ajueste de cuentas más cruel, Hawass ha dimitido y con él se cierra un periodo de propaganda bien articulada, que dio buenos réditos al Gobierno egipcio y nos alegró la vida a tantos fascinados por esa megalómana civilización, hecha de religión y de arena. Ahora, el bueno de Zahi tendrá un buen trabajo intentando ocultar sus fechorías, pues no hay bien que con mal no se haya edificado, tratando de salvar sus importantes ahorros y buscando nuevas aventuras lejos de sus queridas momias. Así transcurren los días, y así de frágil y de esquivo es el éxito.

No puedo dejar de asociar esta figura con la de otro viejo amigo y perejil de todas las salsas, que ha animado la vida diplomática (no me atrevo a decir cultural) de La Habana durante más de veinte años. Eusebio Leal, al igual que Hawas ocupa un cargo cuya denominación no se corresponde con su verdadero poder, en el caso del egipcio, el "Consejo Supremo de las Antigüedades", en el del cubano, "Historiador de la ciudad". También Eusebio ha sabido poner en valor el patrimonio de su país. Ha restaurado parte de la vieja Habana, y ha dado una difusión internacional a este ciudad, despreciada por la Revolución durante más de treinta años, pero finalmente rescatada del olvido, como medio de generar los esquivos dólares tan necesarios para cualquier país.
Eusebio, al igual que Hawass es de origen humilde y de formación autodidacta. Más de una vieja gloria de la cultura cubana, subida al carro de la revolución, no podía reprimir el comentario malicioso "su madre era lavandera en nuestra casa". Pequeñas infamias que ocurren en todos los lugares, incluso en una sociedad tan revolucionaria, igualitaria y a la postre hipócrita como la cubana. Pero volvamos a su labor. Encomiable en su entusiasmo, Eusebio ha conseguido recuperar gran cantidad de edificios, revitalizar un centro histórico abandonado y convertir lo que fue el corazón de la ciudad, en un nuevo parque temático en el que no hay país que no haya dejado su huella, no hay personaje que no tenga su placa conmemorativa, ni caféo restaurante que no haya sido previamente "tematizado", con ese barniz de impostura que tiene todo lo hecho desde arriba, sin espontaneidad.
Sus desvelos, su vieja oratoria más decimonónica que revolucionaria, su sagacidad y simpatía no le han permitido sobrevivir a la nueva metamorfosis del régimen. Dicen que está apartado por motivos de salud. Sus muchos amigos en Europa y en Estados Unidos le recuerdan y agraden, agradecemos, sus prolijas explicaciones, su amable charla, sus intentos por hacer digerible lo que es putrefacto, pero parece que los nuevos aires no le favorecen. Quién sabe si a la inversa de Egipto, su caída del favor del príncipe no presagiará los vientos del cambio en Cuba

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