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jueves, 10 de marzo de 2011

Jonás en el recuerdo

Algunas cosas quedan prendidas en la memoria para siempre, el olor de un campo en una tarde de fin de verano, un apretón de manos, un abrazo más fuertes de lo normal, la neblina que oculta la silueta de una cordillera cercana y familiar a pesar del tiempo y de la distancia. Parece en muchas ocasiones que los sentidos tienen una tendencia irrefrenable a engañarnos, a jugar con nosotros entre la realidad y el recuerdo, pero muchas veces estas impresiones se repiten y ya no podemos distinguir si los recuerdos nos devuelven al pasado o si en realidad el tiempo ha permanecido quieto y todo quedó en su lugar esperando a que volviéramos, a que retomemos un lugar que un día dejamos vacante mientras nuestro cuerpo, nuestras energías se dispersaron en otros afanes, en otros lugares, en otros esfuerzos.

Hemos cambiado de siglo, nos adentramos en el siglo XXI y no ha pasado nada. Había una película francesa de los años 70 titulada, "Jonás que tendrá veinticinco años el año 2000", que constituía toda la menguada cosecha de ciencia ficción de los que estábamos todavía atados por la fascinación y el maleficio de esa revolución inexistente de mayo de 1968. Hasta allí llegaba nuestra pobre imaginación, pensando que el mundo seguiría igual, con una  perversa lucha de clases y con el pelo largo, la ropa holgada y la libertad sexual como principales aportaciones a un mundo que se vislumbraba decadente y adormecido. Hoy Jonás tendrá 36 años, se habrá aburrido de sus padres y de los amigos de sus padres, y luchará por su pedazo de tarta en este cumpleaños universal al que asisten como invitados especiales asiáticos impasibles e indios hieráticos,  y en el que la velocidad de las comunicaciones, la magia del progreso nos permiten por primera vez en la historia, algo cercano al don de la ubicuidad. Teleconferencias, teléfonos, ordenadores, tabletas, nos permiten seguir en un lado y en otro, con la mente en varios lugares, viviendo el pasado y el presente al mismo tiempo.

Sólo esos pequeños detalles que quedan en nuestra memoria asociados a placeres minúsculos, a tibias esperanzas o aborrecibles dolores , nos devuelven al sentido de la realidad. Sierras de Córdoba, conversaciones truncadas hace 15 años y hoy retomadas con bríos nuevos, todo ello nos confirma que aunque el tiempo ha pasado, con la memoria, con los sentidos, no nos hemos ido del todo.

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