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martes, 2 de marzo de 2010

Venezuela

Dialogar, hablar, comprender, decir lo que quieren oir y escuchar lo que más te conviene. Dulce cháchara para no llegar a ningún lado y para aparentar movimiento, dialéctica, superación de las diferencias.
Nuestro Gobierno comenzó su nueva andadura en política exterior hace seis años con promesas de diálogo, con todos??? y sobre todo. En el colmo de la cursilería se puso de moda hablar, dialogar "hasta el amanecer", a ser posible con aquellos con quienes el compromiso es inalcanzable.
Y así, dialogando, dialogando se fueron perdiendo posiciones, oportunidades, se fueron dejando de lado principios y razones, todo por el modo, por la forma, por lo que se llamó el talante. Dialogar sin fin, sin objetivo, sin criterio. Hablar por hablar y así mantener abirtos cauces, dejar un resquicio a la esperanza de que un día las cosas cambiarán.
Hoy se hace patente que mientras se dialogaba con Venezuela, mientras se daba una vez más muestra de una paciencia infinita ante los intolerantes, estos estaban en otro tipo de inteligencia, en el siniestro sindicato del terror. Españoles, colombianos, venezolanos y quién sabe si algún asesor cubano dialogaban entre sí con un objetivo común y con muchos puntos de coincidencia, tal vez no tuvieran ni que hablar a la hora de intercambiar experiencias, impartir cursillos de terror o realizar seguimientos de futuras víctimas que aún no lo eran y que afortunadamente no llegaron a serlo.
Y todo por dialogar. Creer que diplomacia es diálogo sin límites, sin exclusiones. Y no considerar que más bien hay que negociar, dialogar con principios, objetivos y un fin, y si finalmente no se alcanza el acuerdo dejar la cháchara y presionar, o seguir otro camino.
Hoy nos enteramos por la Audiencia Nacional lo que todos sabían. La inteligencia de estos grupos, ETA, FARC, con ciertas instancias del Gobierno de Venezuela, mientras su presidente, (eso sí, electo democráticamente) hacía carantoñas durante su diálogo interminable y mansurrón y beatífico nuestro canciller ponía su mejor y más bovina sonrisa para el diálogo.

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