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lunes, 22 de marzo de 2010

Acelerar

Acelerar, imprimir velocidad a los acontecimientos, empujar el tiempo y esperar el resultado.
Con impaciencia, con fe y con furor tratar de convencer o imponer o avasallar de modo que finalmente el triunfo no sea esquivo, que la apuesta sea proporcional al riesgo tomado.
Obama ¿Quién conocía este exótico apellido hace apenas dos años?, ha utilizado todas sus armas para lograr una victoria en el Congreso. Una de esas votaciones que marcan una presidencia, un destino. Había que acelerar, presionar, obtener un resultado satisfactorio para no perecer en medio de la travesía, y finalmente triunfó. Uno de los asuntos más alejados de nuestras convenciones sociales se resistía a todos los presidentes norteamericanos. Una reforma del sistema de salud. Algo tan comprensible como extender los beneficios de la sanidad más avanzada del mundo a todos aquellos que comparten territorio y afanes. Algo fuera de cuestión en cualquier país europeo, pero esquivo para las sucesivas administraciones americanas. La apuesta, el vigor, la obstinación han dado sus frutos en el último momento, en una votación reñida, que seguirá por meses en el debate político, porque cuándo se valoran los resultados de una decisión política. Quién pondera las consecuencias reales de lo que es frente a lo que pudo no haber sido?. Entre tanto, la tenue línea que separa el triunfo del fracaso se ha traspasado con éxito. Se ha detenido el declive, se ha impuesto el vigor y existe otra oportunidad para enderezar una presidencia que venía cayendo. Después del "engagement", de las palabras, de la tramposa promesa de concordia y acuerdo, el más veloz, el más audaz ha obtenido una prórroga, ha logrado vencer a la derrota y seguirá acelerando, volando, empujando para que el mundo siga girando, aunque tal vez lo siga haciendo sin tanto esfuerzo.

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