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jueves, 11 de marzo de 2010

Disimular

Disimular, ocultar la jugada y después ganar. Conversación casual sobre cualquier nimiedad, ahogar el silencio con palabras y no decir nada. Guardar para sí lo mejor, la voluntad, el deseo y no dejar que los otros lo vean para que no estropeen el festín.
Desde la mañana me aturde mi vecino con una cháchara informe salpicada de lugares, de anécdotas y sobre todo de personas, agentes o pacientes de estas acciones inocuas.
Referencias a pasados ya remotos en los que una palabra de más, la negación de una evidencia o la extensión de un rumor sembraron de sombras la imagen de aquél o de uno mismo.
Pasado rememorado a través del filtro de las vivencias, de las noches de desvelo y de los años rumiando el despecho. ¿Por qué no me ayudó cuando pudo?, ¿Por qué no me avisó de lo que se me venía encima? ¿Por qué me ocultó mi destino que él y muchos otros sabían o tal vez compartían? Y ese run run con el pasar de los años sedimenta en la memoria y vuelve de diversas maneras y con distinta intensidad. Y así en tan obsesiva vecindad vamos venciendo los días, se abren nuevas avenidas, se intuyen oportunidades y se aleja el murmullo del pasado. Y para ello, para no fallar, para tomar el camino acertado sin malas compañías, disimular, ocultar y jugar para ganar.

Y aquí más cerca, en las noticias diarias, en la procesión de cifras que empujan hacia arriba el número de desempleados el capitán del navío ebrio se preguntará, ¿por qué no hice caso cuando me avisaron? ¿Por qué negué la evidencia? ¿Por qué no tomé medidas? ¿por qué fui pusilánime?
Pero ay¡ estas preguntas requieren una catarsis previa, un alejamiento del poder, una liberación de las dudas y una reflexión lejana cuando ya sea tarde, cuando ya no importe. Cuando deje de disimular.

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