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sábado, 3 de julio de 2010

Maradona

Decía Borges que las ilusiones del patriotismo no tienen límite. La luna de Valencia es la más bella; Dios, según Milton se revela primero a sus ingleses; y nuestra selección de fútbol es la mejor o al menos la que debe ganar la competición.

Diego Armando Maradona, compañero de este blog hasta hoy en mi perfil, sintetiza todas las cualidades del patriotismo argentino.

Al frente de la selección nacional, en sus días de showman, en los no lejanos días de enajenación y ausencia o en su primor como futbolista, siempre ha sido para los argentinos algo más que un deportista o que un ídolo. Sus declaraciones extemporáneas, su malhumor permanente, o su capacidad para polarizar los asuntos, ya sea el fútbol, la política o cualquier tema sobre el que le cuestionen, casa con ese espíritu argentino descreído del Estado y de la ley desde los tiempos de Martín Fierro.

Estos días en Sudáfrica su figura trajeada e importante le ha hecho el señor de las ruedas de prensa, de las declaraciones y de los titulares. Sólo el fracaso, el ridículo, la evidencia de su arbitrariedad de elección, pueden hacer tambalear su pedestal patrio, pues junto con el individualismo, el exitismo forma también parte del patriotismo argentino. Veremos qué le ocurre después del Mundial, qué facturas le van a cobrar a un entrenador que entre los libros que trajo para sus pupilos están "las venas abiertas de Latinoamérica" o la "radiografía de la Pampa".

Con sus tatuajes de Fidel y del Che disimulados bajo unos trajes bien cortados, con sus provocaciones cotidianas y su indisimulada ignorancia, logró aglutinar por unos días el orgullo nacional, siempre frágil y preparar a sus ciudadanos para días de ilusión y gloria. El fracaso, la decepción traerán de nuevo al Maradona que conocí, con sus excesos y desorientación, con cierta humildad y con el deseo de regresar.

Entre tanto, pasaremos el relevo a este otro patriotismo, el nuestro, en esta ocasión un patriotismo conjunto, algunos dirían que constitucional, si la mención de esta palabra, vinculada a cierto tribunal, no ofreciera resistencias y resquemores. Veremos cómo funciona nuestro patriotismo, esa ilusión, esa emoción absurda, sin un sentido,sin un efecto práctico, pero capaz de alegrar o entristecer a millones de personas que en otras ocasiones tendrían poco en común.

Entre tanto y como venganza personal por la decepción del equipo del Diego, mañana cambiaré la foto de mi perfil y expulsaré a Maradona del Olimpo.
PS Para mi sorpresa y decepción, en un bar cualquiera de Madrid, los parroquianos, morenos y mediterráneos de aspecto, vibraron con los goles de los alemanes y abuchearon a mi amigo Diego, que ahora sí mereció mi afecto.

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