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domingo, 25 de julio de 2010

Galería de Santos laicos. 1 Saramago

No puedo evitar comenzar esta galería con José Saramago. El premio nobel de literatura de 1998, recientemente fallecido en la isla de Lanzarote cumple sobradamente los requisitos de la santidad, es decir su carácter de referente moral, de ejemplaridad para millones de personas, su toma de posición siempre políticamente correcta y su infatigable lucha contra el "neocapitalismo" y lo burgués.

Y evidentemente cumple Saramago el requisito de la laicidad. Un laicismo militante y estruendoso en su lucha contra la ignorancia y la superchería, que le impulsó a escribir un "evangelio según jesucristo" o artículos como el publicado en el país "Dios como problema".
Y para no dejar ningún aspecto sin cubrir, a este notable escritor, laureado, reconocido y leído, le notifican después de muerto, una sentencia de la Audiencia Nacional de España por la que se le condena a pagar la cantidad de 717.000 € en concepto de impuestos devengados y no pagados en su país de residencia desde comienzos delos años 90.
Argumenta post mortem a través de su abogado, que su centro real de intereses económicos estaba en Portugal, donde pagó sus impuestos, y que por lo tanto no incumple la ley española, pues aun residiendo en España, él se consideró siempre residente fiscal en Portugal, su país de origen y de cuyo partido comunista es militante desde 1969.

Curioso argumento para justificar la residencia fiscal y el impago de una cantidad equivalente a lo que ganaría en toda su vida laboral un mileurista, el mostrar el carnet de militancia del Partido comunista. Pero también es sorprendente que un intelectual capaz de romper con el gobierno de su país en 1991 y "exiliarse" en España, diga que rompió con los sucesivos gobiernos portugueses, pero no con su Ministerio de Hacienda.

Más sorprende que un autor despectivo en todas sus declaraciones con el sistema capitalista y con el dinero y el consumo, decida como cualquier ejecutivo de multinacional o como cualquier empresario codicioso, "optimizar" su situación fiscal y declarar en el lugar que más le conviene, torciendo sólo un poco la interpretación legal de los tratados para evitar la doble imposición internacional.

Pues bien, aquí tenemos la contradicción, la flagrante inconsistencia del referente moral, del opinador profesional, del idolatrado escritor íntegro a quienes agradecen los lectores del semanal del diario el país cada semana por sus columnas, muestra de integridad y de virtud.

No tendrá reproches el autor protugués de parte de su feligresía, y saldrá absuelto de lo que consideran inmisericorde persecución contra un hombre ejemplar. Este pecadillo, esta contradicción cabe perfectamente en el canon bienpensante, y se une a la absolución que el propio Saramago hizo de Gunter Grass hace unos meses, cuando se descubrió que el autor alemán había ocultado durante cincuenta años en su biografía el hecho de que había sido miembro de las juventudes hitlerianas, o como exculpó al Gobierno cubano de cualquier pecado en su persecución y encarcelamiento de la disidencia.

Es cierto, tuvo Saramago un golpe de lucidez en abril 2003, cuando publicó en la biblia de la santidad laica, el diario el país, su artículo "Cuba, hasta aquí he llegado" tras los encarcelamientos de la primavera negra y los asesinatos extrajudiciales de dos óvenes negros en La Habana.
Pero la lucidez es siempre un estado transitorio, excepcional, y en 2004 ya se retractó y en 2005 encabezó de nuevo todo tipo de iniciativas en favor del régimen cubano, como siempre lo había hecho.

En definitiva, nos ha dejado un buen escritor, plúmbeo e intrincado, triste y agobiante, que ganó el premio nobel y se convirtió en santo laico por su predicación inveterada en los medios habituales de esta religión, y por sus errores manifiestos, de los cuales, el dejar de pagar a Hacienda seguramente no será el menor

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