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sábado, 24 de julio de 2010

Galería de santos laicos

Dice el Diccionario de la Real Academia en su primera acepción que santo es aquel ser "perfecto, libre de toda culpa", y añade que se dice también da aquella persona de "especial virtud o ejemplo".
La perfección sólo se puede predicar de Dios, y es como reflejo de éste como las religiones consideran a determinadas personas como santos. Su origen latino "sanctus", separado, describe mejor cómo la divinidad selecciona a determinados indiviudos para que sirvan de faro de virtud entre los hombres. Por ello, los santos, en la teología católica son ese eslabón entre Dios y los hombres de cada época. El ejemplo, la virtud y la moral que los no elegidos deberían imitar y respetar en la tierra.

Por extensión y en un sentido no estrictamente religioso se considera santos, a personas que sin haber pasado por todo el trámite jurídico de la canonización exigida por la iglesia se erigen en un tiempo y en un lugar como referentes morales de la sociedad, como pudieron ser la madre Teresa de Calcuta, Gandhi o Mandela.

Estirando un poco más el significado de la santidad, vemos hoy en día una religión laica, que prescindiendo de Dios se considera parte de una "iglesia" universal del buen pensar, de las buenas intenciones, que recorre transversalmente el mundo, que adopta una liturgia propia de clichés y metas, que se reconoce allá donde vaya y que a través de una aceptación basada en la correción política, en los tópicos, en los lugares comunes generalmente bien aceptados, se impone en el pensamiento actual y tiene gran predicamento internacional a pesar de inconsistencias, incongruencias y flagrantes contradicciones.

Como buena iglesia, ésta tiene también sus santos laicos. Personas que generalmente dejan a Dios de lado, cuando no lo niegan o lo combaten, pero que son erigidos al modo de los santos clásicos, como referentes morales de una época y una forma de pensar. Como elegidos que deben guiar a su feligresía por el camino de lo correcto. Y con más poder que muchos santos clásicos, tienen garantizada una inmunidad a prueba de mentiras o de contradicciones.

A estos santos laicos, a estos apóstoles de lo bueno, de lo correcto, de lo adecuado, voy a dedicar una galería con sus virtudes y pecados. No se trata de santos milagreros, como San Pancracio, patrono de los imposibles, San Antón, sanador de los animales, Santa Lucía curadora de males de la visión, o San Antonio de Padua, sanador de mal de amores. No encontraremos a ningún San Cucufato o Sant Cugat en catalán que nos ayude a recuperar lo perdido. Pero no cabe duda de que estos santos laicos pueden tener hoy una influencia taumatúrgica entre sus fieles superior a la de muchas plegarias.

Veremos desfilar por esta galería a deportistas, escritores, cineastas, políticos, "activistas" como ahora se denominan algunos de los zascandiles internacionales capaces de abrazar cualquier causa por lejana y ajena que parezca.
Veremos sus méritos, alguno han de tener, y sus flaquezas, (¡ay, al fin somos humanos¡ y trazaremos una galería que a cualquier mente ajena a nuestros días le sirva para recorrer el relato de la cursilería de nuestros días.

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