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domingo, 18 de julio de 2010

La muralla y los libros 2.0

En 1950 Borges escribió el cuento "La muralla y los libros", en el que rememoraba, cómo el mismo emperador que mandó construir la muralla china, mandó destruir todos los libros.
Qin Shi Huang se autoproclamó primer emperador y creador de una dinastía que había de durar 10.000 generaciones. Para ello necesitaba crear algo inmenso y destruir todo lo anterior. La memoria, la genealogía, los principios, las ideas. Esta inmensa tarea que se autoimpuso Qin Shi Huang se hizo con el esfuerzo de millones de sus súbditos, que construyeron calzadas, presas, palacios, y a quienes a cambio de su sudor y de sus vidas otorgó un imperio, una moneda y un sistema nuevo de pesas y medidas, protegido todo ello por una muralla, que como todas, resultó permeable al paso del tiempo.

Borges intuyó en semejante esfuerzo, más que el afán de poder, la percepción del hecho estético, de la creación y la destrucción que se autoanulan. Y tal vez la necesidad de borrar del recuerdo de futuras generaciones el deshonroso linaje de un emperador de madre casquivana, como recuerdan algunos de sus enemigos.

Hoy, 2000 años después de la muerte de este primer emperador, y 60 después del cuento de Borges, un nuevo emperador, en este caso impersonal, el Partido Comunista Chino está creando un nuevo imperio mundial, basado en su demografía y en su sorprendente economía que le ha llevado al segundo puesto mundial en PIB.

Este nuevo emperador tiene ya su protección, su muralla, en los 8.000 soldados de Xian, soldados de terracota que defendían el mausoleo del primer emperador y que encontrados por azar en 1974, constituyen hoy la atracción turística más importante de China, junto con la muralla ordenada construir por ese mismo primer emperador.

Y para no faltar al paralellismo, el nuevo emperador ha ordenado destruir los libros una vez más. Esta vez, como peaje de los nuevos tiempos, la quema simbólica afecta a los libros electrónicos. Tras un forcejeo de unos meses con el primer buscador internacional de internet, finalmente google se rinde a la evidencia y a los ataques cibernéticos y acepta la censura del partido comunista chino, para que estos súbditos, al igual que los de hace 2.000 años no caigan en la tentación de leer lo prohibido.

Coda:
El vasto imperio de Qin Shi Huang apenas le sobrevivió unos años. Su pérfido primer ministro Li Si y la ineptitud de su sucesor Qin Er Shi, o segundo emperador, hicieron crecer el malestar en el Reino y cuatro años después de la muerte de Qin Shi Huang, su hijo estaba muerto, el palacio imperial y los archivos estatales quemados, y la dinastía Qin acabada.
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Concluye Borges: Acaso la muralla fue un desafío y Shih Huang Ti pensó: “Los hombres aman el pasado y contra ese amor nada puedo, ni pueden mis verdugos, pero alguna vez habrá un hombre que sienta como yo, y ése destruirá mi muralla, como yo he destruido los libros, y ése borrará mi memoria y será mi sombra y mi espejo y no lo sabrá”.

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