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lunes, 5 de julio de 2010

Exilio

La delación, la traición, la persecución. Todas las dictaduras tienden hacia esa espiral de maldad y de destrucción. Rusia tiene una larga tradición en este terreno. Desde los exiliados del zarismo, deambulando por las cortes europeas, por los países de acogida reticente, siempre conspirando, siemmpre discutiendo, como Lenin, fraccionando a los suyos, fomentando las disensiones internas entre los preteridos del sistema, para al final escoger a unos pocos y tomar el poder para seguir excluyendo, seguir persiguiendo a quienes antes compartían las penurias del exilio.

Trotsky, el más famoso y posiblemente más desdichado exiliado fue expulsado del poder, de su país, condenado a huir de Kazastán a Turquía y de allí a México donde finalmente la larga mano del poder terminó con su huída, plagada de traiciones y decepciones; de sospechas fundadas, de falsos amigos, hasta que al final la mano certera termina con su vida.

Los cubanos siguen el ejemplo ruso, mantienen el exilio como forma de vida, tanto antes como después de la Revolución. Ahora todo ello agrandado por el paso del tiempo. Las rencillas, los odios, las facciones que en la isla fueron prohibidas en el comienzo de larevolución, se multiplican en la distancia. No sólo en las conocidas grescas de Miami, sino también en la distante Madrid.

El pasado frecuenta a los exiliados, a los huidos. Junto con el común deseo del cambio, del regreso, cada uno crea su capilla, su religión propia y comienzan las guerrillas. No hay proyecto que resista el desgaste del tiempo, de la oposición.

Hoy desaparece una revista, se pierde una voz, un intento de olvido y de conciliación de intereses, y renacen los recelos, el pasado inmisericorde, la lucha por los recursos escasos y por el favor político.

A pesar del deseo de volver, de cambiar el orden establecido, de recuperar los derechos, parece como si la resignación hubiera calado entre los exiliados, como si el medio de subsitencia, de oposición fuera algo eterno frente a la inamovible dictadura.

Duro oficio del exilio, duro y casi eterno. Desagradecido y rencoroso, como la intemperie en la que se debe vivir entre sospechas y despecho.

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