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lunes, 12 de abril de 2010

Opinar

Opinar, expresar una idea o más bien una convicción y mantenerla o configurar el mundo a su medida. Opinamos continuamente, en público o en privado. tomamos posición, o como se decía antes, postura y desde esa trinchera disparamos ideas, sentencias o nos parapetamos en nuestra seguridad.
Cada cual tiene su opinión, pero en buena medida éstas vienen determinadas por un universo de creencias que nos hacen sentir confortables al tamizar la realidad por el filtro elegido.
Un juez es prevaricador para algunos por la aplicación estricta de la ley. Para otros, prevarica quien aplica la ley con rigor, pues los servicios prestados por ese juez lo sitúan por encima de la rigidez legal. Y todo ello dicho con la solemnidad y facundia de un vendedor de enciclopedias cuando las había y se vendían.
Sorprende cómo determinados asuntos, ciertos casos, ´cuantitativamente poco importantes despiertan la fiebre opinadora con un radicalismo jacobino. En nuestro país ciertos temas sensibles, el papel de la iglesia, la identidad territorial, la guerra, la izquierda o la derecha, generan una polarización que para sí quisiera el más eficiente campo magnético.
Y Cuba, a pesar de su insignificancia. Su sólo nombre genera las más irracionales respuestas. Convierte a tipos por otro lado simpáticos, en feroces guardianes de las más sucias mazmorras. ¿Será por afinidad con estas prisiones o simplemente por ignorancia y por la seguridad de que todo lo que venga del otro lado de la línea es de por sí nefasto?
Opinar en libertad, con la seguridad de que no implica pena ni dolor. Con la seguridad de una sociedad tolerante y abierta, aunque sea para opinar que lo que quieren es volver al horror del control estatal en manos de tristes policías.

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