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viernes, 14 de junio de 2019

Shangri la

Hay nombres sonoros que confunden la realidad con la ficción.
Shanghai la, corresponde hoy a una población de la provincia china de Yunnan, al oeste del sur de China, en las estriba iones del Himalaya, a unos 3000 metros de altitud y colindante con la provincia del Tíbet, vedada hoy a los extranjeros, salvo autorización especial.

Pero no siempre ha sido así. Esta población, o más bien este condado se llamó por siglos Zhongdian, algo así como el centro de Yunnan, en chino, hasta que en 1997, el gobierno regional decidió cambiar ese nombre anodino por el más sonoro Shangri la. Y es que Shangri la, como todas las utopías, no tienen su correspondencia en la tierra. Este era el nombre ficticio de un lugar paradisiaco en las laderas del Himalaya que inventó el escritor inglés James Hilton en su novela de 1933, horizontes perdidos, donde narra cómo un veterano diplomático inglés recala en un lugar perdido al hacer un aterrizaje de emergencia el avión que lo traía desde la India. Esta novela de aventuras y de utopía, con sus paisajes idílicos y sus buenos salvajes, en este caso tibetanos, constituye desde esa fecha un sinónimo del paraíso en la tierra. Tanto es así que una de las cadenas de hoteles más lujosos de Asia toma también su nombre.
Lo que asombra de los chinos es que con cierta frescura y algo de oportunismo turístico, decidieron después de minuciosas investigaciones apropiarse del lugar sin lugar, que eso es la utopía, y ganado al partida a los nepaleses, cuentan desde 1997 con un atractivo turístico más, que como todo en China tiene poco respeto por la verosimilitud y más por la leyenda. En definitiva, algo similar a lo que los franceses hicieron con la ficticia Combray de Proust, que hoy da nombre al antiguo pueblo de Illiers, (nombre original), al que se le añade el literario Combray.

Fui a Yunnan por una feria y una serie de reuniones con autoridades locales, pero no llegué al paraíso. Me quedé en la capital, Kunming, junto al lago Dianchi. Una pequeña capital de provincia de apenas siete millones de habitantes, que aparte de la belleza del lago, en el extremo sur de la ciudad y de algunos templos reconstruidos, conservados en pequeñas islas de verdor en el asfalto, la ciudad presenta el mismo aspecto de cualquier ciudad china. Anodinas hileras de rascacielos, grandes avenidas grises, suavizadas en el sur por la presencia de arbustos y flores, y un centro destruidoy reconstruido cien veces, donde es ensayan nuevas formas de arquitectura en una mezcla de estilos imposible.
Le ciudad está a 1900 metros de altitud, lo que le da un frescor y un aire poco frecuente en las urbes chinas,  y esta habitada por más de 26 nacionalidades reconocidas y ordenadas prolijamente como todo en China.
Aquí me invitan a cenar las autoridades en un pequeño reservado, donde podemos hablar con más libertad y por fin ver cómo a pesar de las diferencias culturales, lo esencial de la vida, el gozo, la esperanza, el dolor no difieren mucho de un lugar a otro del mundo.
La próxima vez tratare de acercarme a ese remedo del paraíso que es Shangri la. Por si acaso las utopías se hacen realidad.

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