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lunes, 21 de noviembre de 2011

Voluble opinión

El tiempo suspendido. La mañana amanece silenciosa, las nubes amenazantes contienen las gotas de lluvia, y el viento se ha detenido como si quisiera sumarse a los momentos de calma que preceden a la tormenta. Han pasado siete largos años entre ensueños y quimeras, ha pasado el tiempo y nos ha endurecido, algunos dirán que madurado, pero algo ha cambiado en las calles y en el cielo en todo este tiempo.
Las sonrisas cambian de caras, por algo dicen que la alegría va por barrios, pero todo llega y los plazos se cumplen con la inevitabilidad de las estaciones. Hoy todo parece natural, nada nos es extraño, ha pasado el tiempo de las sonrisas, de las palabras huecas, de la ampliación de derechos, signifique lo que signifique, y el campo semántico vuelve a un lado más oscuro y costoso, al tiempo de la austeridad, de las obligaciones, del esfuerzo. Ese esfuerzo en el que fuimos educados, ese valor del trabajo que rinde frutos y que ayuda a pasar los malos momentos.
Así, la alegría por el cambio es contenida, como las sonrisas de los vencedores. Una alegría dubitativa, pues la voluntad es voluble y lo que hoy es  dulce se torna amargo por el simple paso del tiempo y de las circunstancias. Las imágenes no engañan, hay sonrisas, incluso algún saltito pero nada puede hacer olvidar las tristes circunstancias de un cambio, ni la amargura contenida en la forzada sonrisa de quienes salen trasquilados de este viaje alocado hacia una felicidad efímera y mentirosa. Hoy, lamiendo las heridas, despreciado aun por los suyos, todos saben que las promesas falsas no llevan más que al descrédito y a la ruina. Entre toda la vorágine del cambio queda todavía un resquicio para la ligera alegría de ver cómo los orgullosos de ayer miran hoy con ojos suplicantes pidiendo que se olvide su pasada soberbia.

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