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jueves, 17 de noviembre de 2011

El llanto de las tipas

La primavera florece en Buenos Aires en las copas de los jacarandás, bordeando calles y avenidas de un color azul violáceo imposible de reproducir, y tapizando las aceras de flores caídas, como en las mejores procesiones del corpus en España. La belleza de esta eclosión que se prolonga por varias semanas entre el tráfico y la indiferencia de los caminantes, anuncia un mundo feliz, casi perfecto, en el que en estos momentos no puede ocurrir nada que perturbe el orden natural.
Caminando entre los jacarandás caen de vez en cuando unas gotas de agua en pleno día de sol, que imitan a la perfección a los primeros goterones de una tormenta de verano. Son el llanto de las tipas, esos árboles esbeltos y copudos que se entremezclan con los jacarandás. para recordar que junto a lo extraordinariamente bello hay lugar para lo real, lo cotidiano, para un árbol más modesto, que huérfano de flores en esta estación florida, suelta su llanto por las avenidas al no poder atraer la vista de los paseantes, como lo hacen los árboles vecinos.
Llevaba días tratando de averiguar por qué lloran las tipas. Por qué esas gotas transparentes que dejan caer para sorprendernos en un día despejado no manchan, no tienen una regularidad ni obedecen a la temperatura ni al viento. Hoy leo que se trata del líquido que desprenden unos insectos, las chicharritas de la espuma, que chupan la savia de las tipas y cuando se encuentran ahítos, y no pueden asimilar más líquido, lo dejan caer en gotas de agua almibarada.
Todo termina teniendo una explicación científica o racional, toda la primavera oculta sus sombras y a veces su llanto, como el de las tipas, y toda la fiesta termina pagándose, como nos anuncian hoy los diarios aquí, donde la abundancia parecía infinita. Llegan las facturas, llegan los tiempos de pagar aquí y allá, llegan tiempos malos bajo la sombra de las tipas y entre los jacarandás delicuescentes.

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