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domingo, 26 de septiembre de 2010

Todo fluye, dijo Heráclito, o le hemos atribuído como ocurre con tantas frases históricas. Pero cierta o no, la frase de Heráclito demuestra la vigencia del filósofo presocrático que sosenía que la gueera era uno de los motores del cambio, y que está en la naturaleza de las cosas pasar, transformarse y desaparecer en otra encarnadura.

Por regla general nos asusta el cambio, nos movemos por referencias pasadas y modelamos nuestras actitudes sobre moldes comprobados, que nos ofrecen unas muletas auxiliares en nuestro deambular. Por ello parece más respetable la historia que la ciencia ficción. La historia nos ofrece ejemplos, modelos; nos da pautas y nos permite imaginar que los ciclos se repetirán. No hay que llegar al dogamtismo marxista de una historia inexorable para convencerse con ejemplos cercanos, cómo tratamos el presente mirando por el retrovisor del pasado. Pero a pesar de estas ayudas, el presente y el futuro se conforman alrededor nuestro con una mezcla de azar y agitación.

Nuestra condición humana se ajusta más al principio de incertidumbre, o relación de indterminación que proclamó el alemán Werner Heisenberg respecto a la física cuántica. No podemos determinar al mismo tiempo la situación y el momento lineal de una partícula. Esto acarrea consecuencias muy sugerentes para el mundo macroscópico, en especial la importancia del observador a la hora de tratar de determinar la situación y velocidad de un fenómeno.

A pesar del reconocido caos de nuestro mundo, de los riesgos y azares, de los cambios bruscos a los que nos vemos sometidos en nuestra estabilidad interior, nos resistimos a aceptar la impredecibilidad. Nos ajustamos a patrones que creemos estables y actuamos conforme a patrones que duranteaños han funcionado y nos sirven de referencia. Cuando observamos con admiración la próspera Inglaterra de los años 60, el swinging London de los grupos musicales de esos años, olvidamos que en 1960 habían transcurrido sólo 15 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, con su secuela de miseria y de odios. Pero tenemos para nosotros que la prosperidad y estabilidad son la norma.

Salirse del cuadro, ver el mundo desde fuera y apostar al juego de la vida, averiguar dónde se encontrará la partícula dentro de unos segundos, cómo evolucionará nuestro mundo el los próximos años, con una mezcla de acción y de observación, nos permite intervenir mínimamente en la modelación de ese futuro que en cuanto llega queda periclitado. Es tarea difícil predecir y conformar, y más aún acertar. Muchos de los que se arriesgan pierden, y es preferible aferrarnos a ideas y esquemas previos, y adaptar a posteriori nuestro actuar a los cambios que entrevemos. Por ello, durante el primer año de vida fracasan más del 70% de los negocios que se emprenden en España.

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