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domingo, 12 de septiembre de 2010

Galería de santos Laicos. 5 François Mitterrand

Hay que hacer uso de la memoria para recordar hoy al ex presidente francés de 1981 a 1995,que marcó una época en Francia y en Europa, y que en España se veía con la reverencia provinciana que en esos años todavía nos cegaba respecto a quienes considerábamos verdaderos europeos.

François Mitterrand nació en el seno de una familia conservadora y católica de la Francia profunda, con ese sentido de historia y de la propia importancia que sólo conceden muchos años de impostura y de reinvención de la propia historia. Tras un breve paso por varios grupos de extrema derecha en los turbulentos años 30, es tomado prisionero de guerra por los alemanes y felizmente liberado para regresar ¿adónde? ¿a la resistencia en la que parece que militó la mayoría de los franceses?. Pues no, a la Francia de Vichy, del mariscal Pétain donde ocupó cargos menores, y desde donde se pasó a tiempo a la resistencia cuando el curso de la guerra cambió de rumbo.
Fue ministro 11 veces en los diferentes gabinetes de la atribulada Cuarta República y poco a poco fue encontrando un curso político propio para colmar su ambición y hacer sombra a su detestado de Gaulle, quien sí que estuvo en la resistencia al nazismo desde el primer momento.

Mitterrand deambuló por la política francesa durante largos años, zascandileando entre los grupos de izquierda y seduciendo a jovencitas, hasta que en 1971 refunda el partido socialista francés y comienza su camino hacia los altares de la laicidad, una vez abandonadas y olvidadas sus creencias de juventud.

Su victoria en las elecciones presidenciales francesas de 1981 a los 64 años destapó un júbilo entre la intelligentsia parisina, sólo reservado para las estrellas del rock. Por fin tras largos años de prosperidad y de triunfos de la derecha, tras el vacuo "mayo del 68", la izquierda llegaba al poder en Francia.

Mitterrand no defraudó. Se apresuró a tomar todas las medidas del manual socialista que había heredado y pulido en sus años de oposición. Redujo la jornada laboral, incrementó los salarios mínimos, expropió bancos y empresas industriales, acrecentó el papel del Estado en la economía, extendió derechos civiles y en menos de un año sumió el país en el caos y en la ruina.

Hábil como buen santo, encontró a un primer ministro "dogmático" a quien endosar el fracaso, y sin inmutarse cambió el rumbo de la economía por cauces más ortodoxos y con un nuevo primer ministro joven y tecnócrata (L. Fabius). Entre tanto había tenido tiempo de aumentar la "grandeur" con nuevas pruebas nucleares y de hundir un barco de la asociación "greenpeace", el "rainbow warrior", que a pesar de las críticas internacionales no empañó sus credenciales progresistas.

En este primer mandato mantuvo las distancias con esos españoles que querían entrar a empujones en la UE, y dejó viva durante todos estos años la simiente de ETA en Francia, con una ceguera o un cinismo a la altura de su santidad.

Fue en su segundo mandato, bendecido por las urnas, reasegurado en su posición de gran dirigente francés, cuando a imitación de Enrique IV y de Napoleón, (dos antecesores que también reinaron 14 años)comenzó a poner las señas de su grandeza en París, con su garn biblioteca nacional o con su remodelación del Louvre. También ahora dio un impulso a la Unión Europea, pero siempre que no fortaleciera a Alemania y que no molestara a los socialistas del "socialismo real". Así, fue cicatero con la reunificación alemana, con las luchas de los países de Europa Oriental por su libertad, se resistió a la caída de la URSS, se las tuvo tiesas con R. Reagan y finalmente apoyó todas las causas innobles en las guerras de los 90. Sostuvo a la Serbia de Milosevic, y a los Hutus de Rwuanda. Sólo la fuerza de los acontecimientos le hizo cambiar finalmente de postura en estos conflictos.

Pero lo mejor de su presidencia estaba por llegar cuando ya se extinguía su mandato y su vida. En 1994 se publica en Francia "Une jeuneusse française" en la que por primera vez se ponen de manifiesto sus flirteos con la extrema derecha y su amistad con R. Bousquet, jerarca del régimen de Vichy, a quien favoreció durante largos años a pesar de ser el responsable de las deportaciones y posterior muerte de los judíos residentes en Francia. Este caso destapó una verdadera búsqueda de la "memoria histórica" que tras unos meses de debate, se enfrió en Francia para no entorpecer la ascensión a los altares progresistas de F. Mitterrand.

Con su astucia, con sus maneras "florentinas" que es como sus colaboradores llamaban al uso continuado de la doblez, la mentira y la traición, con su aire seductor e imperial, F. Mitterrand nos abandonó unos meses después de abandonar la presidencia, dejando tras sí un nuevo enredo propio de su enigmática figura. Había mantenido en secreto durante todos los años de su presidencia el cáncer de colón que finalmente le mató y una familia paralela, compuesta de mujer e hija, con quien convivió en el Elíseo a temporadas sin que nunca se hiciera público.

Ello no impidió que su viuda legal, Mme. Danielle Mitterrand siguuiera enredando por todo el mundo abrazando las causas más arbitrarias, como los zapatistas, el castrismo o el sandinismo.

Mitterrand fue una fuerza en Europa y un presidente que buscó, como todos los franceses reverdecer la "grandeur" y en este caso contra pronóstico y contra el sentido común en muchas de sus decisiones, logró resituar a Francia entre los grandes por unos años.

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