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sábado, 4 de septiembre de 2010

Galería de santos laicos 4 Baltasar Garzón

No podía faltar a esta cita una persona con tanto poder catalizador como el juez Garzón. Laico a machamartillo, a fuer de haber estudiado su bachillerato en el seminario de Baeza. (Hay que decir que en su época y en la nuestra era frecuente que muchas familias de pueblo enviaran a sus hijos a estudiar al seminario, de donde salían generalmente rebotados al llegar a COU, con una buena educación y un militante ateísmo). Y santo con una nutrida feligresía, numerosa y militante, que no ha podido evitarle el martirio de sus últimos meses.

Joven trabajador, despierto y seguramente ambicioso, aprovechó esos maravillosos años 80 en lo que corrió el escalafón de la administración pública y de la judicatura para plantarse con siete años de carrera en la Audiencia Nacional. Este tribunal, descendiente directo del Tribunal de Orden Público era criticado por los juristas progresistas por su negación de la posibilidad del "juez natural" en ciertos delitos, pero paradógicamente sirvió para encumbrar a este joven juez al darle un altavoz en todos los asuntos penales de relevancia nacional, desde el narcotráfico al terrorismo, incorporando más tarde el concepto de jurisdicción universal, al ordenar la detención de Pinochet en 1998.

No voy a trazar su currículo de sobra conocido, sino las facetas más llamativas de su ascensión a los altares, de su santidad y soberbia, y también de su innegable valor.

Hombre despierto y curioso, averiguó pronto la capacidad mediática de los casos que llegaban a la Audiencia, su capacidad de disponer de todos los medios del Estado en la lucha contra el narcotráfico y de las portadas de televisión y de telediario que eso generaba. Esta exposición pública permitió a este joven juez acercarse por primera vez en condiciones de igualdad a esos progres de familias burguesas que habían tomado el poder con el PSOE y que unos años mayores que él y bastante más refinados en sus charadas del post mayo de 1968, no le habían aceptado durante sus años universitarios en Sevilla en el famoso "clan de la tortilla".

Ahora, su valor, su exposición pública, su connivencia con la policía para atrapar los casos más sonados le ponían en una situación ventajosa para hacer avanzar desde la justicia una idea de sociedad más socialista y de ajustar cuentas con el pasado.

Luego vino la borrachera del poder, aquella comida en Quintos de Mora donde le presentaron a Felipe González, su victoria mínima en las elecciones, la amargura del poder incompleto, la decepción, el desprecio y la salida con paracaídas a su Audiencia Nacional.
La venganza fue inmediata y cruel, apoyada por una derecha a la que despreciaba, pero aliada circunstancial. Sufrió los ataques de sus antiguos correligionarios, el desdén de los otros progres enfangados en las aguas de la corrupción. Los acosó, los ´persiguió y a alguno lo encerró. Pero esa derecha aborrecida ganó las elecciones, le paró los pies y cerró el crucigrama antes de que se desvelara la incógnita, la x.
Colaboró durante los gobiernos del PP mientras se lamía las heridas del fuego amigo. fue valiente y eficaz en su lucha contra ETA. Decía un ministro del PP cuando comenzó a causar problemas con Argentina y con Chile por su voracidad justiciera, que a pesar de todo, por su valor, era insustituíble en la lucha contra ETA.

Pero todo pasa, todo queda y al calor de la guerra de Irak, y de un nuevo liderazgo en el PSOE volvió a tender los puentes que su natural inlinación le demandaba. Primero fue el 11 M, luego su amistad con el nuevo presidente socialista, su persecución selectiva de las Administraciones de derechas, al igual que había sido selectivo con los dictadores. Argentina y Chile sí. Cuba no.

Siguió en el candelero, recobró con creces las credenciales progresistas. Ahora tenía más pedigrí que los nuevos socialistas, que no conocieron la transición o que se la pasaron tumbados, ciegos y sordos. Ahora sí que era el santo deseado por los laicos. Azote de dictaduras, de derechistas y resucitador de los odios enterrados. Adalid de la memoria histórica, también selectiva, y luchador incansable por las causas más lejanas, aunque dejara sin resolver los asuntos diarios.

En el apogeo de su gloria olvidó la independencia judicial para militar en la causa del gobierno por la paz y por la negociación con ETA. Sin rubor lo que ayer era blanco hoy es negro y si alguien se pone de manifiesto esta paradoja es porque sigue siendo un derechista asilvestrado.

Pero el cúmulo de arbitrariedades, de paradojas y de soberbia le hizo cometer el más grave pecado de un juez. La prevaricación. Aquí empezó su calvario y su beatificación. Gobierno, sindicatos y medios afines elevaron a los altares a este mártir. Recibió apoyos internacionales de la internacional progresista, y entre todos fueron capaces de poner en tela de juicio, 30 años depués, la transición española, la judicatura, la constitución, cualquier cosa que se opusiera a la cruzada de nuestro santo.

Hoy tenemos abierto en Argentina un caso por los crímenes del franquismo, dando por nulas las leyes españolas de la democracia, para alivio de algunas familias, regocijo de los argentinos, que por fin nos la meten a los gallegos y para sorpresa de nuestros jóvenes que ya no saben de qué están hablando.

Es posible que la retirada de Garzón a La Haya sea sólo un paréntesis en un hombre acostumbrado a resucitar. Con su prestancia y con la legión de seguidores, (equiparable a la de sus detractores), a buen seguro no tardará en volver al primer plano internacional. con sus defectos y con su empuje. Con su valor y constancia, pero también con su absoluta convicción de estar por encima de las leyes que rigen a los humanos, a los no comprometidos con el progreso de la humanidad.
Hay que reconocer que generalmente la democracia es bastante aburrida sin estos personajes.

PS. Paradógicamente con los únicos acusados con los que ha sido benévolo este juez ha sido con los capitanes de grandes empresas, cuyos casos no ha conocido o ha absuelto con presteza

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