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jueves, 29 de septiembre de 2011

Porcentajes

En medio del tumulto de cifras y de datos que apuntan a una economía cada vez más postrada, hay otros porcentajes que te hacen contener la respiración. La cantidad de una determinada proteína en tu sangre; la velocidad de sedimentación de tus glóbulos, el exceso de segregación de una toxina o la improbable acumulación de líquidos en partes de tu cuerpo cuya existencia nunca sospechaste, te hacen olvidar el frenesí de las jornadas en Europa,el galimatías de esos mercados distantes que condicionan cada vez más nuestro futuro, incluso la tenue esperanza de un cambio de circunstancias que pueda favorecer tus mezquinos intereses.
Todo queda suspendido con esas palabras del doctor que quieren ser reconfortantes, pero que llevan implícito, en el tono de la sentencia, una vaga amenaza que no se disipará hasta que las pruebas sean concluyentes.
Comienza entonces una nueva fase de tu vida. Nada de lo anterior tiene sentido si no se vincula con tu triste realidad. No es posible planificar más allá de la próxima visita al médico o de las nuevas ordalías a las que se  va a someter tu cuerpo mientras buscan al culpable de tu malestar. Todo queda aplazado. Los planes, las citas urgentes, las maniobras que pensabas hacer para presentar mejor tu caso en el tribunal futuro. Todo se suspende, y sólo queda tiempo para la reconciliación con uno mismo, para el trazado de una estrategia de supervivencia en tiempos difíciles. Buscas recuerdos que puedan ayudarte a comprender tu situación, buscas ayuda, solicitas consejo, te aprestas a sufrir cualquier tipo de humillación con tal de salvar tu cuerpo, y con él el alma. Percibes en esos momentos de zozobra la fatuidad del mundo, la poca importancia de las cosas, lo vano de nuestras ambiciones. Sólo deseas que la sentencia sea leve, que no caigas en la irreversible espiral de la destrucción. Así, agachas la cabeza y te propones a resistir desde tu círculo de confianza, para poder salir  en algún momento de la angustia en la que estás sumido.
Afortunadamente todo pasa. No era sino un espejismo de la ciencia, uno de esos errores benévolos que te tienen congelado por unos días, hasta que desde la bruma de la duda puedes salir a la luz de un día corriente. Ahora ya no te valen los placebos. Ahora ya no eres capaz de vivir al margen del día a día. Vuelves poco a poco a tu ser, y en esa vuelta olvidas los propósitos que hiciste. Dejas de lado las firmes promesas de esos días de angustia, y poco a poco todo vuelve a su natural acontecer.
Cuenta Javier Marías,que en su traducción de la obra del doctor Browne,siempre le llamó la atención un párrafo sobre el dolor y la pena. Traduce Marías del muy inglés Browne: "...las aflicciones producen callosidades, las desgracias son resbaladizas, o caen como la nieve sobre nosotros...Ignorar los males venideros y olvidar los males pasados, es una misericordiosa disposición de la naturaleza, por la cual digerimos la mixtura de nuestros escasos y malvados días..."
Así con el doctor Browne hemos de aceptar lo contingente de nuestra determinación, y la plasticidad de nuestra mente, que ya está ocupada por otras cifras, por otros datos y por otros temores.

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