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domingo, 18 de septiembre de 2011

Austeridad

Recortes, ajustes, esfuerzo, son palabras que se escuchan cada vez más frecuentemente en el discurso político europeo. Ya no son los años 80 cuando se hablaba de ajuste estructural y de condicionalidad de los mercados para referirnos a América Latina o a Asia. Ahora es en el corazón de Europa donde se hacen sentir estas palabras que cuando se aplican a nosotros mismos provocan un cierto desasosiego.
Sin embargo no deberían los europeos asustarse mucho de estas palabras, pues en algún momento constituyeron nuestros propios valores. Dice Tony Judt que su infancia en la Inglaterra de los años 50 (del siglo pasado) fueron años de austeridad. De comidas frugales, de inviernos fríos, no porque el calentamiento global haya avanzado, sino por falta de combustible y de calefacción. Esa Inglaterra que salía de la guerra llegó a tener cartilla de racionamiento, como la España de Franco. Pero no le fue mejor a la triste y derrotada Alemania o a Francia, que tampoco pudo mostrarse abundante por varios años.
La vida europea no tendió a ser gastosa hasta muy recientemente, los años 80 y 90 tal vez, pero siempre queda el recuerdo en las familias de las penurias pasadas, del esfuerzo realizado por nuestros padres y por nuestros abuelos para tener unas condiciones de vida que hoy no serían aceptables por muchos jóvenes por indignados que estén.
Esfuerzo, trabajo, algo de austeridad, renuncia a ciertos placeres presentes para preparar el futuro. Éste es un programa de vida para muchos españoles para los próximos años. ¿Seremos capaces de explicitarlo, de proponerlo abiertamente, o se irá desdibujando con el lenguaje suave de la política indolora?
Llevamos muchos años de proclamación de derechos, que necesitan ser financiados. Decía Ortega y Gasset en la "rebelión de las masas" que el decaímiento de Europa vendría por la falta de moralidad, que no es otra cosa que la falta de sometimiento a obligaciones, a responsabilidades propias. En el fondo yace esa utopía de un mundo con derechos y sin obligaciones, inexistente en la vida real y y poco prometedor como orientación para el futuro.
Pero no está claro el rumbo, hay quienes abogan por más gasto, desde un punto de vista económico. Sigamos consumiendo, sigamos manteniendo un cierto ritmo de vida para ver si espantamos los males. Hay incluso lugares donde se "tira la manteca al techo" como reza un viejo dicho argentino de la época en la que los ricos viajaban a Europa son su propia vaca en el barco. Hay lugares donde la asuteridad es sólo una obligación impuesta por las circunstancias. Tal vez sea así también en Europa, un tropiezo tras la Guerra en el caso de los recuerdos de Judt, o un respiro en el ansia consumista de nuestros días, impuesto brevemente por los mercados, hasta que podamos volver a vivir en la Arcadia Feliz.

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