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martes, 8 de febrero de 2011

Inocencia

Negar la evidencia, persistir en la declaración de inocencia para sembrar la duda. Por más que haya una condena social o periodística, los acusados por caso de dopaje en España, rara vez se derrumban. Pueden caer chuzos de punta, puede haber evidencias policiales, lenguajes secretos, palabras clave, sospechosas idas y venidas al doctor. A pesar de todo ello, la consigna es no arrugarse, mantener la presunción de inocencia y dejar que el tiempo diluya alguna prueba, abra nuevas alternativas y finalmente quede implantada la duda en las conciencias.

Sorprende ver cómo héroes de ayer son arrastrados por el barro en pocos minutos tras la filtración, siempre la indiscreción o la traición como motor de la historia. La opinión se vuelva escéptica primero e indignada después por haber visto traicionada su inocencia. Sin embargo, lo que parecen pruebas irrefutables, evidencias fatales para los deportistas esforzados, se envuelven en pocos días en la duda de una alternativa remota pero posible.

 Un chuletón en mal estado, un juego de palabras fruto de la complicidad y de la amistad. Todo vale para destruir las pruebas, para echar por tierra los trabajos de investigación policial. Una trama secreta para perjudicar al deportista, el rencor de unos pocos, la envidia, ay, la envidia que no puede resistir el fulgor del triunfo.

Pero ¿ y si esas casualidades existen?, si la asfixiantes búsqueda de la trampa, del atajo para el triunfo, enmarañan tanto la realidad que no queda espacio más que para la casualidad, para la carambola en una vida regulada por la exigencia,  por el control, por la sospecha?. La cara de quien niega la evidencia, de quien reafirma la inocencia dejan siempre una sombra de duda, pues en este mundo cambiante, nada es lo que parece, como en un buen thriller. ¿Será mejor que se salven cien culpables antes que condenar a un inocente? ¿O es que la inocencia se perdió en el soñado Edén?

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