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martes, 9 de noviembre de 2010

En cambio

Como las cuentas del rosario del Papa, caen los días inexorables, fieles a sus citas anuales para que nada entorpezca el fluir del tiempo. Una vez más se representan los mismos rituales, se hacen las mismas previsiones ineludibles en los países de clima templado. Como el año pasado, y como el anterior y el anterior hasta que tengo memoria, las pastelerías han sacado a relucir con los primeros fríos sus buñuelos, sus huesos de santo, que dejarán paso en breve a los turrones y otras golosinas de la Navidad.
Se hace acopio de sal para las carreteras, se preparan adornos y luces que incitarán en nuestras capitales a un consumo tímido y adormecido. Y todo seguirá su curso para no hacer mudanza.
El vaivén de las estaciones, el seguro caminar del tiempo a través del clima, de las fiestas, de los días señalados, ocultan los estragos del tiempo. Es necesario mirar las fotografías, los periódicos, las noticias de un lustro antes, o mejor de hace una década. La sonrisa se queda congelada en esas páginas, la actualidad ha devorado imágenes y asuntos que parecían primordiales, la memoria, siempre selectiva nos deja huérfanos de los afanes de los días pasados. Y sin embargo todo se mueve.
 Hemos sufrido una crisis financiera, hemos vuelto a ver las colas del paro y las guerras de cifras entre la EPA y el paro registrado, hemos visto a Obama ascender a los cielos y descender a un purgatorio camino del infierno, hemos visto al Papa dedicar por fin la Sagrada Familia al culto, hemos visto cómo se debatían entre la fe o la falta de fe y el negocio a muchos buenos catalanes y gallegos. ¿Será buena la visita del Papa a mi ciudad?, ¿será beneficiosa a pesar de mis escrúpulos librepensadores, o de mis prejuicios políticos?


Hemos visto pasar el tiempo, pero ¡Ay, nadie ve crecer la hierba¡ Es preciso dejar pasar ese tiempo, anticiparse a esos movimientos, saber cómo reaccionar, dónde ponernos, cómo estar a la altura de los tiempos y si esos tiempos significan algo.


Me dicen que España debe resignarse a ser un país medio, que sus ambiciones no pueden emular a las de nuestros vecinos, que el intento de estar en el G8 con Aznar, o de superar a Francia como hace poco más de dos años dijo Rodríguez (Todavía no ha cambiado el orden de los apellidos, y en caso de discrepancia, la R va antes que la Z) se han desvanecido. Que es mejor saber a qué atenernos, por dónde sopla el viento y actuar en consecuencia. Todo esto en menos de una década.
Será el signo de los tiempos o tal vez la consecuencia de decisiones erróneas? Quién sabe si al dejar pasar el tiempo, al ver correr los días no los habremos perdido.

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