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jueves, 18 de noviembre de 2010

Falsos culpables

La inquietante blancura de su piel se une a la mirada entre desafiante y huidiza, y a unos labios blandos y entreabiertos, para formar una imagen desasosegante que nos requiere y acusa con las contundentes pruebas de algún despechado servidor.
Julian Assange, director, propietario e imagen de wikileaks lleva meses atemorizando a políticos y militares con cuidadosas campañas de filtración de información sobre las guerras de Irak y de Afganistán. Miles y miles de documentos son accesibles a través de esta web que proclama su compromiso con un periodismo abierto, sin límites ni censuras, que ofrece esa información esquiva que nos es hurtada por Gobiernos y Organizaciones, quizás por nuestro propio bien.
Wikileaks, en los últimos años ha dado información reservada y contrastada ofreciendo mayores dosis de transparencia, y con ella mayor libertad para los ciudadanos.
Por incómodo que resulte para Gobiernos y Organizaciones, hoy si hay voluntad, casi nada queda indefinidamente en secreto. Las tecnologías, el afán de colaboración, la traición o la incontinencia verbal, conducen indefectiblemente a la filtración a la publicación y en muchas ocasiones al oprobio.
La cosa se complica cuando al misterioso personaje que dirige wikileaks se le acusa en un principio de pertenecer a alguna agencia de inteligencia, con ánimo intoxicador. Una vez levantada esta sospecha comienzan las acusaciones de abusos sexuales y de violación durante su estancia el pasado verano en Suecia.
Ahora, tras pasear por medio mundo de incógnito, viviendo en casas de "amigos", con guardaespaldas y medidas de seguridad propias de un testigo protegido, la justicia sueca ha emitido una orden internacional de búsqueda y captura de Julian Assange por los delitos de los que se le acusó en agosto. El cazador cazado una vez más.
Se excusa Assange en una cacería internacional auspiciada por los gobiernos a los que ha puesto en apuros. Debemos creer según su versión que la trampa que le han tendido incluye a las "víctimas" de sus abusos y a la siempre fría justicia sueca, que se dejaría influir para meter mano a este atrevido asutraliano, de modales y mirada sibilinos.
El falso culpable tal y como se declara es el hombre solo ante el poder, ante la maquinaria de una justicia injusta y manipulable, el individuo frente al kafkiano proceso que le deja en total indefensión, como le ocurre a Henry Fonda en la película "the wrong man", donde la injusticia lleva al protagonista a la cárcel y a su mujer a la locura.
El dilema fatal, creer o n o creer. Ver la conspiración o la consecuencia de la acción de alguien capaz de enfrentarse a los poderosos con las armas de la palabra y al publicidad, quien con la misma osadía con la que zahiere a los culpables, se salta las normas y se instala en el otro lado de la línea. Inquietante dilema ante este no menos inquietante personaje.

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