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martes, 6 de julio de 2021

La Carra

 


Apenas han pasado  tres años desde que tomé esta fotografía y las cosas han cambiado tanto. Ya no estamos en Roma, ya no está Rafaella Carra con nosotros, y seguimos adelante en un mundo de mascarillas y de precauciones inimaginable en ese pequeño momento de felicidad antes de una comida en el palacio de Montorio.

Alcancé a solicitar una condecoración para Rafaella Carra durante mi estancia en Roma, en una de esas gratificantes tareas diplomáticas que consiste en fortalecer los vínculos entre los países a través de aquellas personas que han sabido valorar a distintas patrias con generosidad y con alegría.

Este fue el caso de Rafaella que deja un recuerdo personal y biográfico en millones de italianos y de españoles de distintas generaciones. Rafaella vino a España en 1976 cuando ya era una celebridad en Italia, o más bien cuando dejaba de serlo en Italia, después de revolucionar la mojigata programación de la Rai con su baile del Tuca Tuca. Durante años fue una de las divas de la canción italiana, junto a Mina, a Iva Zanicchi, a Pati Bravo, cuyas melodías llegaban a las radios españolas en el despertar de la democracia, pero fue la Carrá quien dio el paso de trasladar su espectáculo a España y durante unos años reinó en la televisión y en el corazón de los españoles.

Cuando llegó a España ya pasaba los treinta, esa edad que entonces, inconscientes, nos parecía el portal de la senectud, y con sus pantalones de campana y sus contorsiones rodeada del ballet de Giorgio Aresu alegró las ansias de apertura de esa España que se abría al color.

Nos contó Rafaella que para ella el Madrid de los 70 fue también una puerta de libertad, de alegría, de fiesta y de  reconocimiento. Nosotros, ansiosos de reconocimiento internacional en los primeros años de democracia, acogimos con orgullo y con alegría a esta italiana, que literalmente se puso al mundo por montera. Fue un idilio mutuo, en el que todos salimos ganando. Nosotros incorporando a una estrella al firmamento de nuestros sueños. Ella, recogiendo el reconocimiento de ser la número uno, lejos de la competencia de las otras estrellas italianas.

Rafaella me trae recuerdos de ese 1976, de los bocadillos de tortilla de patata y una caña que a los 16 años era el mejor plan de fin de semana, mientras en la sinfonola del bar atronaba la voz de Rafaella Carra cada vez que alguien echaba una moneda para ambientar la tarde. Fue nuestro despertar a al edad adulta, que se prolongó en el tiempo con esos bailes imposibles, con esos saltos en los que terminaba en brazos de dos de los bailarines del ballet, recostada como una romana en bacanal. Y más tarde, resucitada en todas las discotecas y en los bailes de cualquier boda que se preciara. Tuvo todavía un renacimiento en el cine con la versión de "a fare l´amore comincia tu" en la Gran Belleza de Sorrentino.

La fotografía muestra su sonrisa, su simpatía, que eran la puerta de entrada a una persona de buen corazón, agradecida y contenta con su vida en la edad adulta, y como dicen en italiano, "Una persona per bene".

Descansa en paz.

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