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sábado, 3 de julio de 2021

Este Oeste

 


Madrid, 4 de julio de 2021.

Tras dos años y medio de vida en Cantón tomamos el avión de vuelta a España en un aeropuerto cuya zona internacional, desierta y tomada por equipos de control de salud contrasta con la vitalidad del área nacional, vitalidad de vuelos internos que ha hecho de Cantón en 2020 el aeropuerto más transitado del mundo.

Esta salida, entre medidas de seguridad sanitarias y proliferación de códigos qr que hay que ir descargando con paciencia y pericia son una muestra de esa política de casos cero que adoptaron las autoridades chinas al inicio de la pandemia, y que ha cerrado el país al virus y prácticamente a los viajeros extranjeros desde el 23 de marzo de 2020.

Salimos como de cualquier lugar donde has vivido un cierto tiempo con una carga de experiencias y de conocimientos que no podíamos intuir ni imaginar a nuestra llegada en enero de 2019. Entre tanto esta pandemia que se inició en Wuhan y que ha arrasado el mundo ha hecho también que nuestra peripecia china haya sido de todo punto especial y diferente. Para empezar y aunque es difícil de imaginar para quienes han sufrido confinamientos, enfermedad y muertes cercanas, aquí;  allí, en China, todo pasó rápido, sigilosamente y sin mucha información entre los meses de enero y marzo de 2020. Después. la vida volvió a la normalidad con la única limitación de los viajes internacionales que se convirtieron en un embudo lleno de dificultades e impedimentos.

Este encierro en China durante año y medio nos ha permitido conocer mejor el país y a sus gentes y como en todas las desgracias hemos visto aflorar rasgos de egoísmo y generosidad  casi en partes iguales. Hoy volvemos a nuestra realidad anterior con una enfermedad que estás siendo domada lentamente por el despliegue de las vacunas, pero con sociedades, que como dije en mis "Crónicas" no salen de ningún modo mejor que antes de la pandemia. Ay¡ así es la condición humana.

Echando la vista atrás recuerdo una frase de mi colega, la Cónsul General de Francia. "Aquí en Cantón solo hay cónsules felices" y a pesar de la pandemia posterior, de las dificultades de viajar al extranjero, del rigor del clima tropical y del peculiar sistema político y social del país, pienso que en términos generales tenía razón. Hemos sido felices estos dos años y medio, signifique eso lo que signifique.

Dejamos una China que está en todos los medios de comunicación, de la que todos hablan con temor, resignación, cierta envidia y en algunos casos como ejemplo para países en desarrollo. Incluso la siempre prudente Unión Europea ha encontrado la definición justa para sus relaciones con China "China es nuestro rival sistémico". Esto requerirá una explicación más detallada que tal vez emprenda en una reflexión más larga sobre China si la fuerza y la inspiración me acompañan.

Entre tanto, como ocurre cuando se cierra una etapa es conveniente hacer un inventario de nuestras posesiones y vivencias, y a ser posible, hacer como se dice en el derecho de sucesiones una aceptación de este periodo "a beneficio de inventario", es decir, quitando deudas y aquello que perjudique a la herencia.

Hemos conocido una cultura y una sociedad milenaria, ajena. con características propias como dicen ellos, pero persistente en la vida actual y determinante en la forma de ver el mundo y de actuar en él.

Hemos podido apreciar la velocidad del cambio de la sociedad actual. La apropiación de la tecnología para la vida cotidiana, la certeza de que internet y la era digital podrá hacer nuestra vida más cómoda y económica en algunos casos, pero en modo alguno más libre.

Hemos conocido paisajes y climas desconocidos, como solo se pueden dar en un país de esta extensión, donde la tradición se repite sin descanso y donde el río, la roca, el árbol, el pájaro y el pez rojo pasan de la naturaleza al pincel y de allí al lienzo sin descanso desde hace más de cinco mil años. Esta es una nota de la continuidad de lo chino.

Hemos conocido a gente, a mucha gente. No es ningún secreto, hay muchos chinos en china y como en todos los lugares, aunque nos parezcan similares, los hay de distintas razas, lenguas y costumbres. Nosotros hemos conocido fundamentalmente a los chinos del sur, a los cantoneses, esos chinos más cercanos a la península de indochina que a Pekín, y donde hablan cantonés, al igual que en Hong Kong.

La provincia de Guandong en la que hemos vivido tiene más de ciento veinte millones de habitantes en torno al río de la Perla y junto al mar del sur, en una especie de arco cerrado por el oeste por Macao y por el Este por Hong Kong. Hemos visto a miles de chinos disfrutar de las nuevas ciudades del sur de China. Aquí en oriente no hay ningún problema en tirar barrios y ciudades abajo y recomenzar de nuevo cada cincuenta años, reconstruyendo como recuerdo algún templo antiguo para dejar huella de algo que fue, pero sin gran remordimiento por lo que se pierde.

Hemos visto a familias y a grupos de mujeres mayores haciendo gimnasia por las mañanas en el paseo que bordea el río, y por la noche, esas mismas mujeres o algunas otras, bailando al son de todos tipo de músicas locales en ese mismo paseo por kilómetros y kilómetros , espantando el calor de la noche y haciendo vida social en la noche cantonesa.

He podido atisbar algunos rasgos de un régimen comunista impuesto sobre una sociedad acostumbrada a poderes fuertes y a vidas sacrificadas a lo largo de milenios. He visto el lujo más extendido y más apreciado por esta sociedad que venía de la pobreza. Lujo disfrutado con ostentación pero también con generosidad. 

He visto en fin tantas cosas que requerirán un cierto reposo para calificarlas y tal vez buscarles una explicación, y entre tanto seguimos adelante, más viejos, pero en este caso ciertamente un poco más sabios, con nuevos conocimientos, con perspectivas distintas y con amigos nuevos que han enriquecido nuestras vidas en estos años cantoneses.

 

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