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sábado, 20 de abril de 2019

Angkor


La ignorancia tiene algunas ventajas.  La más importante es que se puede colmar de conocimientos nuevos que se disfrutan con la avidez del neófito.
Nuestra  ignorancia sobre Asia  nos ha llevado a sorprendernos con una China pujante y poderosa. Y a descubrir países, como Camboya, asociados en el pasado a un lugar misterioso e tre India y China,  o a una guerra secundaria,  eclipsada por la gran guerra de Vietnam.
Llegamos a Camboya huyendo de la perenne niebla de Canton,  y tras poco más de dos horas de vuelo aterrizamos en la tierra caliente del trópico.
El aeropuerto de Siem Reap, al norte de Camboya nos recibe con el encanto de las pequeñas cosas y con la burocracia amable del Asia profunda.
Salimos a la carretera y nos parece haber aterrizado en cualquier lugar de Centroamerica. Calor, un olor a lo perecedero del trópico,  al combustible mal quemado, y polvo en una carretera bordeada de pequeños puestos de mercado sobre tablones de madera  y bajo el omnipresente tejado de zinc ondulado.
Las motos nos adelantan por todos los lados, y la sonrisa de los motoristas detiene cualquier imprecacion.
Llegamos al hotel, uno de esos de cinco estrellas incongruentes entre un urbanismo desordenado y bullicioso,  y decidimos salir a la pequeña ciudad para conocer  el museo de Angkor antes de iniciar la visita a la templos.
Es un museo grande, presidido por la imagen de la reyes de Camboya, herederos de ese famoso Norodom Sihanuk del siglo pasado.
Y encontramos unas salas bien ordenadas, con una gran cantidad de información sobre la historia y el.arte de Angkor y de los camboyanos desde el siglo IX al XIII.
Fruto de la herencia francesa, que colonizó Indochina en el siglo XIX ,con un  colonialismo de opereta en tiempos de Napoleón III, se atribuye  a un investigador francés el descubrimiento de esta civilización para el mundo occidental, cuando Pigafetta, en su relación de la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano, ya habló de estos camboyanos, y cuando los jesuitas portugueses y españoles dieron buena cuenta de estas maravillas en sus recuentos asiáticos.
Sea como fuere, el museo nacional de Angkor es un buen punto de inicio para comprender este mundo tan lejano, pero tan parecido a otros más cercanos a nosotros como la civilización Maya, en tantos puntos coincidente.
Muestra el museo la historia, la influencia hindú, su mitología, las guerras y pasiones de unos pueblos que hoy yacen ocultos bajo las piedras de los templos dedicados a sus dioses.
Conoceremos la arquitectura, los estilos y las variaciones de cada sitio principal, y saldremos con la incógnita de saber si este alarde budista e hinduista que nos presenta el museo de Angkor se verá reflejado en las piedras que vamos a visitar.

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