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martes, 2 de agosto de 2011

Poetas

Siempre es peligroso conocer a los escritores o a los artistas cuya obra nos gusta. No deja de ser frustrante conocer al autor de una obra que nos ha emocionado, que nos ha intrigado y contemplar a una persona ordinaria en el peor sentido de la palabra, sin conversación, sin ideas y seguramente sin profundidad de conocimientos. En ocasiones el encuentro es todavía peor. Se trata de personas envidiosas, mezquinas, interesadas por su propia obra y desdeñosos del resto. Por ello, mejor eludir encuentros o conversaciones casuales con quienes admiramos por su obra.
En el otro extremo están los autores más famosos por sus actos, por sus hechos, por su personalidad que por sus obras. Son aquellos personajes que trascienden a los de ficción. Esos amigos de toda la vida, esos excesivos autores que viven los días deprisa y beben las noches. Son personajes de la bohemia, son personajes de la historia de la literatura que perviven por ellos mismos, sin necesidad de leerlos. Basta con conocerlos y con quererlos, pues eso son al fin y al cabo, personajes queribles.
Ha muerto en México el pasado domingo a los sesenta años Eliseo Alberto Deigo García-Marruz, poeta, escritor, periodista y sobre todo cubano hasta la última gota de su sangre. Eliseo Alberto, Lichi para los amigo que eran legión en Cuba, en México, en España y en todo el mundo que tuvo la suerte de conocerlo.
Lichi murió en México, como Manuel Moreno Fraginals murió en Miami, como Celia Cruz y como tantos cubanos que han muerto a lo largo de estos 52 años fuera de su patria, como tributo a tanto fanatismo, a tanta intolerancia y a una quimera que se apaga a cámara lenta, exasperadamente lenta.
Lichi, antes de su muerte era ese tipo de personas que cada vez que llegaba a La Habana desde México reunía a su alrededor a lo mejor de la intelectualidad cubana. "Ha llegado Lichi y no puedo asistir a esa cena de hoy" decían. La llegada de Lichi revolucionaba a sus amigos, que eran muchos, y prometía noches interminables de cuentos y de risas, de tragos y de canciones que nadie se quería perder.
Pero además de eso, Lichi era un poeta hijo de poeta hijo del poeta Eliseo Diego, sobrino de Fina García Marruz y de su esposo, Cintio Vitier, un heredero por sangre y por formación de los años dorados de la literatura cubana, de la de orígenes y de José Lezama Lima. El escritor y la persona que se hizo querer en la joven Cuba revolucionaria. El joven intelectual y afanoso revolucionario que disfrutó esos años promisorios de la revolución antes de percatarse de la obscena dictadura en la que se había convertido.
Escribió varios libros Lichi, muchos artículos y algunos poemas memorables; pero lo que le dio fama en 1996 ya residente en México, fue su "Informe contra mí mismo", escrito en 1978 todavía en Cuba, en el que hace un recuento de cómo la Seguridad del Estado cubana empujó a este joven escritor y revolucionario a informar sobre las actividades de sus familiares, conocidos y reconocidos militantes socialistas cristianos, y emblema de muchas de las nuevas medidas totalitarias de la nueva cultura socialista cubana.
Este informe tiene al final una larga lista de amigos que en aquel año de 1996 y luego en una segunda edición, en el año 2000 habían tenido que salir de Cuba.
Lichi se fue a México en 1990, y tras publicar este relato de la infamia, se hizo ciudadano mexicano. Pero unos años después fue autorizado a volver a su país. Siempre volvía y siempre entraba y salía del país, a diferencia de otros autores a los que no les fue dada esta posibilidad. Y desde entonces, con buen criterio, dijo Lichi que con ese libro había exorcizado sus fantasmas de la revolución, sus cuentas con ese régimen y a partir de entonces se sentía libre para escribir literatura.
Las reacciones a su muerte han sido sentidas, sentimentales, como corresponde al recuerdo de un buen tipo, y se han producido tanto en Cuba como en el exilio. Lo que no deja de llamar la atención es la suavidad con la que los residentes en la isla recuerdan ese su informe que le dio fama y que le persigue aun después de su muerte. Así, los intelectuales cubanos lo consideran como un pecado menor, un libro "problemático, controvertido, polémico" "que es un libro que no tiene la importancia que se le quiere dar".
Y aquí viene lo determinante:
 “Lo que pudieramos llamar la pequeña ruptura que significó el Informe contra mí mismo, no fue una ruptura, porque independientemente de su posición política era una persona muy querible, muy cariñosa y muy talentosa” dijo Ambrosio Fornet.
Así, querible, amistoso, perdonable, y seguramente gran poeta y escritor fue Eliseo Alberto Diego, nacido en Arroyo Naranjo y muerto en México, a la edad en la que no se debe morir..

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