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martes, 23 de agosto de 2011

Días finales en Trípoli

Horror ante la página en blanco. Aquella dificultad para completar una asignación, para lograr expresar en palabras lo que ocurre, lo que te rodea. O simplemente pereza veraniega, lasitud demorada mientras otros viajan, se abandonan por unas semanas a la anarquía de horarios, a la ruptura de la rutina.
El caso es que muchos días, con la cabeza clara y las ideas borbotoneando, he experimentado ese cansancio, esa dejadez que termina por conducir a la abulia. Y no faltan temas por comentar, ni situaciones paradójicas, de esas que te hacen reflexionar sobre una de las cualidades más humanas, la contradicción.
Asistimos ahora sí a las horas finales de un tirano en la Cirenáica. No es el único y posiblemente no sea tampoco el más malvado entre el ramillete de viejos dictadores que todavía gozan del poder. Pero ha sido el elegido, Ha sido el destronado después de poner a prueba durante años la paciencia de sus vecinos y la vida de sus ciudadanos. Cae Gadaffi y con él años de un dudoso liderazgo tercermundista. Cae esa especial relación que el coronel musulmán estableció con los países africanos. Esa difícil coalición que le apoyó hasta los últimos meses de su mandato y a la que financió generosamente con el petróleo que nunca utilizó en favor de su país.
Sólo en los últimos años, a la par de su forzada y falsa nueva amistad con Europa, decidió Gadaffi invertir en Libia parte de sus recursos, y lo hizo a lo grande, con obras faraónicas en la frontera con Egipto, con grandes contratos de infraestructura y de conjuntos urbanos de lujo, que aunque nunca se terminaron de realizar permitieron a sus partidarios recaudar importantes comisiones de los trabajos proyectados. Dio satisfacción a sus seguidores, y dio poder a su familia y amigos, como buen dictados, como buen semidiós, capaz de imapartir bendiciones y castigos por partes iguales.
En su locura calculó mal sus fuerzas, y en algún lugar remoto, su esquema que funcionó por 40 años hizo click y algo se rompió, algo dejó de marchar en la maquinaria engrasada por la violencia, el silencio y la corrupción. Ciudadanos, o miembros de tribus, dormidos durante años despertaron en su pesadilla y avanzaron contra la mano que les dio de comer. Y en su avance descubrieron a un hombre solo, solo y rodeado de mercenarios. Un hombre solo y abandonado por quienes hasta hace poco le reían las gracias, por todo el Mediterráneo. Un hombre solo y atacado por todos los frentes, a quien espera un final trágico, a no ser que su marcado histrionismo termine haciendo también de su final una comedia bufa.

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