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lunes, 13 de junio de 2011

Olvidos

Pasan los días, se apresuran las noticias y vamos olvidando lo que tanto dio que hablar hace semanas o meses. Olvidamos que en Japón los efectos del tsunami siguen causando desasosiego en una población educada y contenida, que las centrales nucleares dañadas siguen en su sitio, y que sus efectos, si son tan mortíferos como se temía, seguirán presentes por muchos años.
Olvidamos que varios países europeos  y los Estados Unidos estamos en guerra en Libia. Que la premura por ayudar a la población reprimida por su dictador sigue vigente, que matan y mueren personas todos los días, sin cabida en el noticiero, sin partes de guerra, sin avances ni retrocesos, así sibilinamente entramos en una guerra que parece lejana, olvidada, que no levanta pasiones ni protestas, pero que es igual de cruel y mortífera que otras guerras, menos justas o menos publicitadas.
Y olvidamos que Dominique, DSK, ese hombre proteico, capaz de buscar alivio para su concupiscencia unas horas antes de salir en viaje transatlántico, ese francés al parecer prototípico, que encuentra tiempo para llevar a cabo sus arduas tareas sin descuidar la galantería, que pasa ahora sus días enclaustrado en un apartamento de lujo en Maanhattan, sigue proclamando su inocencia mientras ve cómo se desmoronan sus ilusiones y cómo se apresuran otros a recoger su cetro antes de que DSK haya podido demostrar su inocencia o su virilidad. No dejan de ser extrañas las dos versiones de los hechos. Que la urgencia sexual de DSK sea de tal calibre que tenga que descargarla con la primera mujer que le sale al paso, sin mediar tiempo entre el deseo y el asalto, o que hubiera sexo consentido entre dos desconocidos tan dispares en ese pequeño lapso de tiempo. Ni Marlon Brando en el útlimo tango en París se mostró tan veloz.
Olvidamos porque estamos hechos del recuerdo,  de los hechos pasados que nos acucian y con los que no podemos vivir demasiado tiempo. Es preciso hacer hueco en los estantes de nuestra memoria, de modo que los hechos de la actualidad, ya caducos vayan reemplazando a otras preocupaciones que en su día nos parecieron importantes y que hoy ya son solo eso, polvo en el tiempo.
Pero como en los buenos trhillers, el pasado mal enterrado siempre vuelve, se hace presente cuando uno menos lo desea. Así, los hechos de hoy en Libia volverán a agitar conciencias cuando la nube de arena que cubre las ciudades del desierto se despeje. Volverán los malos humos de Fukushima, o el dolor por las decisiones apresuradas tomadas en Alemania al calor de una creciente marea ecologista. Y volverá el fantasma de DSK a recordarnos que estuvo allí por nuestra voluntad, que en su país nunca se consideró su galantería excesiva un pecado, y que los hombres de éxito no tienen por qué regirse por las normas de los demás mortales.

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