Translate

Seguidores

martes, 21 de junio de 2011

Impostura

Viejos cafés de Buenos Aires. Rumor de conversaciones antiguas y viejos mozos atendiendo las mesas con altiva tradición. Poco cambia en este mundo a pesar de la vorágine de los cambios en el peso del mundo, de los nuevos equilibrios y desequilibrios, de que los que parecían hace unos años vencedores indiscutidos en la carrera de la historia, quedan hoy rezagados y adormecidos envueltos en sus eternas querellas.

Decía Tolstoi en el inicio de Ana Karenina que todas las familias felices se parecen. Sin embargo la infelicidad adopta formas distintas en cada caso. Tal vez Tolstoi tuviera más experiencia en infelicidades y en sueños incumplidos que en la plácida imagen de la familia feliz al estilo de la Rusia finisecular.
De todos modos no andaba desencaminado el gran novelista y errado pensador cuando narraba la triste historia de Ana Karenina. La vida es un instante fugaz en la geología de la tierra, un resplandor minúsculo que nos parece eterno y que queremos prolongar en fatua ensoñación. Y los momentos felices en ese breve lapso  suceden a los profundos tiempos de desesperanza. Un accidente, un mal paso, un error, una conversación de más nos pueden provocar una profunda tristeza; inevitable compañera de la felicidad.

Debe ser el comienzo del invierno austral, la prolongada melancolía de la niebla del puerto o la necesidad de escuchar en medio del bullicio alguna voz interior que me llevan a estas grises reflexiones entre el ruido de las copas de champán y el griterío de turistas asombrados. Tal vez sea solamente una precaución ante la inevitable cadena de altos y bajos que jalonan nuestras vidas y un anlagésico para prevenir esa pelogrosa enfermedad del exceso de euforia. Pero lo cierto es que todo pasa, nada es inmutable, y si miramos detrás de los cristales, daremos la razón a Tolstoi, pues cada uno a su modo se prepara para su propia infelicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario