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miércoles, 22 de junio de 2011

Desgobierno

En días como hoy aterra echar un vistazo a los periódicos europeos. La justa guerra de Libia se va ensuciando cada día más con escasos resultados y muertos inocentes, de qué iban a ser culpables los muertos?; el régimen de Asad en Siria sigue haciendo de las suyas con más muertos también inocentes, ante la mirada implorante de la Unión Europea; en Grecia hay manifestaciones en contra de esa Unión que tan buenos frutos dio y que hoy aparece como estricta gobernanta alemana que nos dice qué hacer cómo y cuándo; Obama, cansado de es otra guerra justa, la de Afganistán pone en marcha la retirada de sus tropas, entre vergonzantes conversaciones con el talibán y reproches de un Gobierno afgano cansado de la tutela y deseoso de llegar a acuerdos con quien sea para terminar una guerra que pareció sencilla en su inicio; en Guatemala el narco está mejor armado que el ejército, dice un periódico, y en China el Gobierno premia a los obreros que delatan a los participantes en los disturbios de los últimos días en reclamo de mejores condiciones laborales.

Pareciera que tras la ampliación de los mercados, el trasiego de mercancías y los movimientos migratorios, el corolario de la globalización fuera el desgobierno del mundo. No hay un guión que seguir, no hay instituciones que se respeten, por no haber no hay ni un país que lidere y muestre el rumbo o incluso que actúe de gendarme en tiempos inciertos. Si Europa se nos antoja frágil y desnortada, no es solo por la falta de liderazgo, ya sabemos que "cualquier tiempo pasado fue mejor", sino por la ausencia de propósito. Una vez conjurada la guerra europea, una vez caído el muro y con él la amenaza soviética y una vez que la unificación alemana sirvió de acicate a una unión económica, a lo que se ve imperfecta, Europa parece haberse quedado sin resuello, sin resolución, como un caballo varado a mitad del río, sin fuerzas para llegar a la otra orilla, y sin deseos de volver.
Por más que se trate de crear una institucionalidad a la medida, por mucho que se remeden las viejas fórmulas fracasadas de la burocracia de Naciones Unidas, Europa, los europeos no terminamos de creer nuestro papel en el mundo. No es de extrañar que nuestras amenazas, sanciones, incentivos, incluso nuestras guerras, como la de Libia, terminen por no producir ningún efecto. Son palabras huecas que ahondan el desgobierno y que nos dejan perplejos ante la incapacidad del dinero, del "soft power" para encarrilar los asuntos globales que nos afectan. Malos tiempos para la comprensión general del mundo como una comunidad de intereses, como un propósito. Nos quedaremos si nadie lo remedia, con una visión fragmentaria de la época más global de la historia

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