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sábado, 8 de enero de 2011

Socialismo en tiempos de crisis

Tiempo de paradojas. Agotada la utopía, el comunismo se vuelve más impúdico y confuso en China, en Vietnam, en Corea del Norte y ahora ya en Cuba. Perdidas todas las certezas del marxismo, los innumerables marxólogos entrenados en las escuelas de cuadros del Partido Comunista se aprestan a explicar los cambios ineluctables que la inquina yanki o la pertinaz economía imponen a la esperanza revolucionaria en todos los rincones del mundo.

Ahora resulta que hay despidos, que hay eficiencia, que es necesario reducir costes y burocracia para que el paraíso de los trabajadores pueda sobrevivir. Inaudita resulta la complacencia sindical ante los abusos de los patronos o más bien del patrono Estado. Recortes sociales y ausencia de empleo son el nuevo lema de estas economías, que sin embargo se reclaman socialistas y que se aferran a un discurso antiguo, manido y hueco ante la tozudez de los hechos. Vamos camino de un comunismo sin derechos, sin ventajas, sin protección, sin igualdad y finalmente sin fraternidad. Así, en Cuba, como en China solo quedará el armazón del Estado, ese cascarón de paso donde el socialismo recalaría brevemente en su tránsito hacia la sociedad sin clases. Queda el Estado y su atributo principal, el monopolio de la violencia. Esa arisca acompañante del proceso revolucionario, que sienta tan bien a los adeptos y provoca el terror y la indefensión en el resto. Queda el ejército, queda la policía y queda sobre todo esa particular visión de los derechos humanos, que hace que el embajador chino en Madrid pueda comparar las "violaciones de derechos humanos" que se producen en España con las de su país, así de igual a igual.

Pasa la gente, pasan los cuadros, la gente huye, es estremece ante el abismo de un mañana sin protección, sin libreta de racionamiento, sin seguridad, y sin que haya nada que lo sustituya. Éste es el socialismo del siglo XXI, el de los ajustes sin anestesia, el de la economía sin reglas y sin competencia, el del triunfo de los burócratas y de los represores sin que por ello renuncien al discurso del bueno de Marx.

Eso sí, siempre quedarán los artistas, la vanguardia cultural de los pueblos, a quienes en Cuba se les ha garantizado un lugar al calor de las menguantes subvenciones. Dice el viceministro de cultura cubano que la vanguardia cultural mantendrá durante un año al menos su posición, pues la revolución no puede prescindir de sus más preciados altavoces, de sus adalides internacionales en la lucha contra un capitalismo que los ahoga y que de la peor manera está entrando por las costuras de una nomenclatura militarizada.

Primero fue el socialismo con rostro humano, luego la perestroika y la glasnot, posteriormente el modelo chino, y ahora nos llega el socialismo del ajuste y de los recortes. Todo ello sin perder de vista los sueños revolucionarios, que ahora sí, deberán ser realizados por los biznietos de los ufanos socialistas del siglo XXI.

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