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martes, 17 de agosto de 2021

Postales del sur de China. La vida digital


 

Michelangelo Antonioni realizó en 1972 un documental sobre China a petición de Mao quien quería mostrar la cara amable de un país que apenas salía de los efectos de la Revolución Cultural. Antonioni, aunque comunista en Italia, no pudo evitar la verdad de su oficio de cineasta y nos devolvió una imagen de China en blanco y negro atrasada, sometida al rigor de la disciplina y de la pobreza que difícilmente podía competir con las imágenes de la vida ordinaria en cualquier país europeo, y nos trasladó una primera visión de la China de Mao donde el mayor lujo era una bicicleta y la única diversión los espectáculos de acrobacia en algún teatro de la periferia.

Hoy, una vez solucionados los problemas con el alfabeto y los teclados para máquina de escribir o para ordenador, el avance de la era digital en China se muestra imparable. La vida en este mundo de aplicaciones resultaba al menos hasta hace un mes bastante fácil tanto para los chinos como para los pocos extranjeros que viven en el país del Centro.

La prohibición del uso  de las aplicaciones occidentales en China a raíz de sus diferencias con Google sobre el tratamiento de datos personales y las obligaciones de la censura china, han fortalecido a sus equivalentes autóctonas que han avanzado imparables en los mismo sectores donde han prosperado las denominadas GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple). Donde tenemos Google, los chinos tienen Baidu, donde Amazon, Alibaba donde Uber, Didi y donde Whatssap, Wechat por poner unos ejemplos. Y además de copiar o de imitar los desarrollos occidentales, los chinos los han perfeccionado y los han extendido en un mercado de más de 800 millones de usuarios que se comunican en el mismo idioma común, el mandarín. 

la facilidad con la que los chinos de todas las edades han adoptado la tecnología se refleja en el uso generalizado de los medios de pago digitales en mercados populares o en propinas para malabaristas en la calle, o en el incesante ajetreo de motocicletas llevando comida a domicilio o paquetes de compras por internet. Todo ello con las magnitudes chinas que permiten dar servicio a todas horas y todos los días del año. Esto ha creado unos gigantes que sobre la base del desarrollo de la tecnología digital hacen accesibles los productos a prácticamente todos los rincones del país. 

Este desarrollo ha creado también nuevos magnates que además de acumular dinero han ido acumulando influencia y poder dentro del armonizado y sistemático mundo chino. Son los nuevos millonarios del sector tecnológico que desbordan las fronteras chinas y empiezan a cotizar en mercados internacionales donde la avidez de los inversores se ha fijado en el potencial del mundo chino con sus millones de consumidores.

Este mundo paralelo al occidental generaba al igual que en el resto del mundo algunos ganadores de la tecnología que acumulan un poder de decisión sobre el resto de los actores que puede poner en peligro la competencia y el surgimiento de nuevas empresas en sectores donde el tamaño sí importa. Si en Europa esto se trata de combatir con complejas normas de regulación o con una difícil armonización fiscal, o en Estados Unidos con llamadas a declarar en comisiones del Congreso a los dirigentes de estos gigantes tecnológicos, en un mundo como el Chino esto se soluciona de una manera más radical y a corto plazo efectiva. Basta una indicación del Partido Comunista de China para que las grandes empresas comprendan que su tiempo está limitado y que deben de obedecer a nuevas normas. o desaparecer.

Así, desde hace unos meses las autoridades chinas han prohibido la salida a bolsa en Hong Kong de Ant, la filial financiera de Alibaba, han censurado la difusión de videos de Tencent, o más recientemente han prohibido la descarga en China de la aplicación de Didi, el mayor gigante de alquiler de vehículos con conductor del mundo. Esta llamada de atención ha hecho caer más del 40% el valor en bolsa de estas grandes compañías, y si a ello se añade la prohibición de las clases de refuerzo en escuelas y universidades, que generaban un enorme mercado de educación digital con inversores de todo el mundo, tenemos que en pocos meses China ha dado la vuelta a su mercado tecnológico.

Si en Estados Unidos o Europa una sanción de 2.000 millones de euros por parte del regulador daría lugar a una batalla judicial para evitar el pago, en China, Alibaba aceptó la multa impuesta por las autoridades con una nota de agradecimiento por haberle señalado sus errores. Estas son algunas de las diferencias entre Occidente y China.

La nueva orientación de la China digital implica un desarrollo mayor de los aspectos más innovadores de la tecnología, la fabricación de semiconductores, el desarrollo de la inteligencia artificial, el almacenamiento de datos en la nube, el despliegue de la tecnología 5G y todo aquello que pueda poner a china al frente de la economía del siglo XXI. En otras palabras, el comercio digital, los juegos, el entretenimiento estaban bien en una primera fase, pero ahora viene el tiempo de los grandes proyectos y antes de emprender un negocio, los jóvenes empresarios deberán preguntarse qué es lo que necesita China para lograr la primacía mundial.

Este cambio brusco de política digital puede dar resultados positivos y sobre todo ser capaz de dirigir la inversión china hacia aquellos sectores más innovadores, pero también puede resultar en una distorsión tan grande del mercado que aleje a los inversores y que genere dudas entre quienes quieran desarrollar los nuevos negocios por si en un futuro no lejano son ellos quienes sufren las consecuencias de un cambio de prioridades como el que ahora se ha producido.

La China de Antonioni no tiene nada que ver con la actual, por supuesto, pero algo de la filosofía subyacente en esa China tradicional, parte de su tradición centralista, unitaria, autoritaria, puede transmitirse como ese estilo de gobernar nacido del primer emperador, Qi Huang Di y sus sucesores de la dinastía Han, que desarrollaron el país basado en una filosofía política legista, donde la ley que impera no es la nacida de la costumbre o de la voluntad popular, como entendemos en Occidente, sino de la necesidad de poner orden al mundo y de poner a cada persona y a cada cosa en su sitio para no romper la "armonía".





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