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sábado, 25 de diciembre de 2010

Final de año

Final de año y recuento de impresiones. Vuelta al redil, viejas nuevas preocupaciones y una mirada distinta al mundo. Desde aquí nos llegan los reverberos de las agitaciones mundiales. Primero fueron las sacudidas financieras, luego los sustos de Grecia e Irlanda, y en medio nosotros, como una barca a la deriva.
Después de años de ser el pasmo de Europa nos encontramos en boca de otros y no necesariamente para bien.
Lo que prometía ser un semestre luminoso con la presidencia española de la Unión Europea se convirtió en un calvario, en una exposición pública excesiva, y finalmente en una abrasadora experiencia pilotada por unos locos llenos de "ruido y furia" que no significa nada.

Así ha sido, en pocos meses hemos pasado de la pasiva condescendencia a la desesperada desesperanza. Hemos vuelto a agitar esos pañuelos oscuros del pesimismo y todo parece naufragio. Incluso los óptimos resultados deportivos del año, un mundial de fútbol, tres gran slam de tenis, tour de Francia, capitaneados por el impasible ministro del deporte parecen quedar bajo sospecha. Tanto éxito, tanto relumbrón, tanta plata eran sospechosos en casa del pobre. Ya se sabe, días de mucho vísperas de nada. Y así transitamos, más mohínos que alegres, más resignados que esperanzados, en tanto el mundo se levanta, marcha y como nos descuidemos nos deja atrás.

A pesar de la crisis hay países donde se trabaja y crece, hay millones de personas que salen de la pobreza cada día. Hay oportunidades en otros lugares, y hay optimismo. El optimismo que fue parte del éxito del modelo occidental está pasando a otros continentes. América Latina, Asia, incluso África, hasta hace poco considerados candidatos al fracaso, al error y al infortunio, se levantan en este comienzo de siglo y toman el relevo del optimismo. Entre tanto, aquí, cunde la idea de que nuestros hijos vivirán peor que nosotros sin necesidad de una guerra. Algo contrario a la idea de progreso, nos resignamos y aceptamos esta nueva situación como legado de una crisis que algunos no supieron ver. Ahora purgaremos esos errores y buscaremos oportunidades, porque forzosamente un mundo más desarrollado, con menos pobres, es también un mundo con más oportunidades.

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