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martes, 2 de octubre de 2018

Rencor, envidia

Disgresiones

Al poco de llegar a Italia pregunté al profesor Manzella sobre la razón por la cual Berlusconi era un personaje tan presente en la política italiana a pesar de sus evidentes flaquezas.
Es un hombre sin rencor, me respondió el profesor. Considera que el rencor no le reporta beneficios, y por tanto, siempre mira adelante sin ese lastre.
Hoy, caminando bajo la sombra de robles y pinos a orillas Del río Arga, no pude menos que recordar algunos episodios recientes de rencor y de la envidia que suele preceder a este sentimiento tan negativo.
El rencor es, según los manuales de psicología, un tipo de daño moral por el que nos sentimos ofendidos y queremos venganza. Queremos hacerle pagar al otro lo que nos ha hecho o lo que creemos que nos ha hecho. Quién  no ha sentido alguna vez rencor o deseo de venganza por una injuria o una infamia?. Pero cuando esté sentimiento y el deseo de venganza se hacen omnipresentes, la mente se nubla y se pierde el sentido de las cosas.
 Se dice que el rencoroso patológico tiene diez características:
1. El rencoroso ni perdona ni olvida
2. No aprende del pasado
3. Piensa que nunca se equivoca
4. Para el todo es blanco o negro
5. Es muy orgulloso
6. Siempre desea tener el control
7. Se ofende con facilidad.
8. Siempre quiere tener la razón
9.Debido al rencor, la vida es un drama para ellos
10. Se cree mejor que los demás.
Ya tenemos aquí un retrato del rencoroso con ánimo de venganza.
Si a esto le añadimos el envidioso, encontramos un tándem perfecto para el mal y para el error.
La envidia juega de otra manera, por la comparación con el otro. No se trata tanto de lo que puedo conseguir, sino de que el envidiado no lo tenga, lo que los alemanes llaman “schadenfreude”.
Esto que junto con el rencor o el deseo de venganza vienen instalados de serie en nuestro genoma, cuando se convierten en un modo de ser, de ver la vida causa una gran insatisfacción a quien padece estas patologías y una evidente incomodidad a a quien sufre sus embates.
Seguro que ellos, más concretamente el, el rencoroso y ella, la envidiosa, satisfechos del daño causado, seguirán buscando nuevos motivos de agravio y nuevas venganzas, y que nunca entenderán esa sonrisa de Berlusconi, el hombre sin rencor.
Estas cosas iba pensando en el ameno recorrido junto al río, acariciado por el suave sol de otoño, mientras me cruzaba con peregrinos de diversas procedencias y de diversas lenguas, que por el hecho de compartir un camino dejan atrás mezquindades y rencores y se saludan entre sí con un beatifico, ¡buen camino!

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