En la antigua Roma, cuando los generales hacían su entrada triunfal en la ciudad tras una victoria, junto con sus cohortes y su botín, el general llevaba tras de sí un esclavo que repetía en voz alta "memento mori", acuérdate que eres mortal. Posiblemente, esta imagen tan plástica y sensata, nunca ocurrió o al menos no en los términos reflejados en los grandes cuadros románticos del siglo XIX, pero sí que recuerda la necesidad de tener siempre presente la fugacidad de la vida, y más aún del poder. Evidentemente, a pesar de las buenas intenciones y de la insistencia del esclavo, los generales y posteriormente los emperadores romanos jamás le hicieron caso a esta advertencia y apuraron el poder en todas sus formas, hasta la muerte por exceso de ambición de buena parte de estos antiguos héroes.
A veces la vida se precipita y acelera sin que podamos ponerle freno. Cambian las circunstancias, cambia el escenario y todo parece que fuera más deprisa. No valen ya las previsiones ni las expectativas; todo ha cambiado en cuestión de minutos. Unas frases, un par de miradas, y lo que quedaba lejos, lo inesperado ocurre y todo sucede de una manera distinta.
Lo más fascinante del poder es la capacidad de la palabra. Una palabra pronunciada, un nombre, una advertencia o consejo y la vida de los otros ya no es la misma; el poder ha obrado su efecto y ha cerrado caminos o abierto nuevas direcciones en las anhelantes expectativas de los sujetos.
Así es la vida en sociedad, lo que parecía inmutable se desvanece, lo que llega se instala con rapidez y en pocas horas ya no queda sino un vago recuerdo del pasado y la promesa de nuevos proyectos, que por humanos también están destinados al olvido.
jueves, 19 de enero de 2012
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